A lo largo del tiempo hemos visto al IMSS como un monstruo de mil cabezas con muchas clínicas y hospitales que requieren de muchos recursos por parte del Gobierno federal. Un barril sin fondo que cada vez hace más compleja su operación, su eficiencia, su confiabilidad y con la esperanza de no tener que caer en una necesidad de requerirlo. También con un posible generador de corrupción como muchas otras instituciones del lado del servicio público.
Las necesidades de flujo para dar la atención que se necesita a los pacientes, la calidad del servicio médico y administrativo, así como el tema de pensiones son cuestionamientos constantes de la sociedad.
Un instituto que desde 2012 estaba prácticamente en quiebra técnica y que con la llegada, primero, de José Antonio Anaya y actualmente con Mikel Arriola han logrado encontrar los puntos delicados, tanto en el ámbito financiero, como en el administrativo y en el de servicio médico que se necesitan para lograr darle viabilidad financiera por un lado, y por el otro, ser una institución que dé confianza a través de un servicio de calidad y sobre todo con una perspectiva de prevención en la salud de cada uno de nosotros.
El 2016 fue el primer año en que se alcanzó un superávit de seis mil 400 millones de pesos, y no se utilizaron reservas del instituto. La simplificación y digitalización de trámites están ahorrando tiempos en visitas médicas por consultas o en la realización de trámites administrativos.
El control de gastos es relevante y prioritario. En 2016 se redujo el gasto corriente en 1.9%, que en porcentaje es poco, pero representan casi mil 600 millones de pesos.
Las compras “consolidadas” en medicamentos y material de curación logrando beneficios acumulados de 2014 a la fecha en el instituto de ocho mil 400 millones de pesos, y tan sólo en 2016 representó más de 27% de este monto.
Es importante que el crecimiento en el empleo “formal” esté teniendo beneficios en los ingresos del instituto, registrando un crecimiento real de 16% que fue una clara ayuda para lograr mejoría en sus resultados financieros. De esta forma se logró darle viabilidad financiera hasta 2018, pero sólo son dos años, ¿y luego?…
Existen retos importantes como el tema de jubilaciones y pensiones. Para este 2017 se estima un gasto de 79 mil 442 millones de pesos por este concepto y la tendencia lo llevaría a 2035 a más de 115 mil millones de pesos. También la parte de un seguro de maternidad y de salud para la familia.
La atención de la administración actual sigue enfocada en crear ahorros en el gasto corriente, mejorar la calidad del servicio médico y administrativo, así como en el tiempo pasar de un servicio correctivo médico a un servicio más preventivo a lo largo de la República. Decirlo es fácil, hacerlo es un reto mayor.
Sin duda, la corrupción se seguirá reduciendo a través de controles más transparentes y claros.
Por qué no pensar en el Congreso que este tipo de instituciones que requieren de un alto presupuesto anual y con requerimientos cada vez mayores año con año, se pueda dar “continuidad” a quienes han sido exitosos como la Dirección General actual, a su consejo administrativo y a los directores que están otorgando una gran productividad y puedan llevar a las instituciones a una viabilidad financiera de décadas y con posibilidades de una verdadera planeación estratégica. Al IMSS le urge, pero existen otras muchas instituciones que al final de cuentas dependen del presupuesto federal con recursos de toda la sociedad.
aarl