Terminó el ciclo escolar y con ello empezaron las vacaciones de verano; muchos padres de familia seguramente ya habrán inscrito a sus hijos para el siguiente año.
Sin embargo, habrá otro grupo de padres que iniciará la búsqueda del colegio o escuela que permita y, sobre todo, acepte y comprenda el reto de la equidad e inclusión de niños con distintas discapacidades.
Pareciera una labor sencilla, pero no lo es, ya que muchas escuelas deciden no aceptar a niños con discapacidad bajo el pretexto de no estar preparadas, de no tener los programas y planes de estudios necesarios para tales situaciones.
El rechazo que hacen las escuelas a estos niños no es, en la mayoría de los casos, de una forma contundente y grosera; lo hacen “con tacto y educación”, pero el resultado sigue siendo el mismo, rechazo, falta de tacto, desconocimiento, miedo y, por lo tanto, discriminación.
Estos colegios incluso manejan el discurso de que lo mejor para los niños con discapacidad es buscar una escuela “pequeña y especial” que los ayude a adaptarse.
Para los padres, cada rechazo en esos colegios no sólo significará un acto de discriminación, sino de constante angustia, pues el fenómeno se repite en al menos uno de cada 10 planteles.
Hace unos días, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, presentó la Estrategia de Equidad e Inclusión que pretende que los alumnos con discapacidad tengan la oportunidad de incorporarse a planteles regulares.
En su discurso, Nuño afirmó que habrá 250 escuelas piloto en el país, en las que se iniciará esta inclusión y detalló que para ello se harán las adaptaciones en espacios físicos.
Y aquí tenemos el primer problema: el asunto de la equidad e inclusión para niños con discapacidades en colegios no sólo se trata de un asunto de adaptar espacios, sino de sensibilizar a directivos, maestros, alumnos y padres de familia.
El hecho de incorporar a alumnos con discapacidad a colegios regulares también debería significar mejorar y adaptar los programas de estudio. Y justo en este punto tomaría las palabras del propio Aurelio Nuño: “La educación inclusiva significa tener una misma escuela para todos y que los alumnos ya no tengan que ser quienes se adapten al plantel, sino que éste sea el que se adapte a sus necesidades y características”.
Y es que justo lo que las escuelas requieren es materiales educativos adecuados, con capacitación para maestros y padres de familia, a fin de que se puedan atender los requerimientos de aprendizaje de todos los estudiantes y de las distintas discapacidades como el autismo, la pérdida auditiva y sordera, la discapacidad intelectual, la discapacidad física o la deficiencia visual o ceguera, entre otras.
Así como hay muchos colegios, sobre todo primarias y secundarias, que se han negado a la inclusión, habría que voltear a ver a aquéllos que están abriendo brecha, que se aventuraron y aceptaron a estos niños, y que gracias a esta inclusión aprendieron a sensibilizarse.
Estos planteles que ya aceptan y registran casos de inclusión aún tienen un gran camino por recorrer, pero son los ejemplos que muchas otras escuelas en el país deberán seguir.
Twitter: @osdtagle
aarl