La Conferencia Nacional de Gobernadores cumplió sus 15 primaveras, con una celebración que tuvo como padrino al presidente Enrique Peña Nieto.

 

La Conago nació en el sexenio de Vicente Fox, como una medida adoptada por los gobernadores del PRI, huérfanos de su líder político, para hacer frente al Presidente de la República.

 

Y aunque en principio se pensó como un club de gobernadores del tricolor, en poco tiempo se sumaron gobernadores del PAN y del PRD.

 

Para su creación hubo un debate sobre el nombre a utilizar: desde club pasando por organización, hasta que se decidió por conferencia para no incomodar al inquilino de Los Pinos.

 

Fueron los primeros años de la Conago los más productivos; se creó un bloque serio y consistente que logró del Gobierno federal apoyos e iniciativas a favor de estados y municipios con las que no se contaban.

 

Después el protagonismo de la Conago se fue desvaneciendo hasta convertirse en un club de cuates que ahora quiere recuperar su papel en la política nacional con el lanzamiento de Fuerza Conago, ese experimento policiaco con el que se pretende ayudarse entre estados a combatir la inseguridad pública.

 

La Conago perdió el rumbo; sus últimos presidentes han utilizado la representación para la promoción personal; para justificar ausencias en sus estados con el pretexto de buscar el “bien colectivo mayor’’ y hasta para granjearse algún apoyo federal para su entidad.

 

Quince años después de su nacimiento, la Conago tiene ante sí, con la presidencia de Miguel Ángel Mancera, la oportunidad de renovarse o morir.

Porque de clubes de amigos en la política, el país anda sobrado.

 

Ahí están los partidos políticos como ejemplo.

 

 

Qué dice el dueño de Morena, Andrés Manuel López Obrador, que los candidatos de su partido a los más de tres mil cargos de elección popular que se disputarán en 2018, incluida la Presidencia del país, se elegirán “por consenso’’.

 

O sea que serán, supuestamente, los consejos estatales de todo el país los que elegirán a los candidatos a presidentes municipales, diputados locales, diputados federales, senadores, gobernadores –se eligen nueve el año próximo- y a la Presidencia.

 

Y si no hay consenso, entonces sí habrá una encuesta para decidir quién se lleva el premio.

 

Antes las críticas, esta vez no hubo tómbola ni rifa, pero ello no elimina la posibilidad de que el dedo sagrado define quién en qué entidad.

 

Por lo menos, el método elegido se ve –y sólo se ve- más decente.

 

 

Hablando de Morena, una encuesta recientemente publicada coloca al delegado en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal, como ganador de la elección a jefe de Gobierno de la CDMX, por encima de cualquier otro candidato, incluso de su propio partido.

 

Cuando el ejercicio estadístico coloca en la competencia a Monreal con Xóchitl Gálvez –por cierto, demandada ayer ante la PGR por el panista Víctor Hugo Romo, por el presunto desvío de 98 millones de pesos- y con Alejandra Barrales, la diferencia es casi de 20 puntos porcentuales.

 

Cierto, es una fotografía del momento, pero…

 

caem