Entre las múltiples exhibiciones de sus limitaciones que Donald Trump fue a hacer a Hamburgo, Alemania, estuvo aquella de que es tan incapaz de atender sus prioridades que tuvo que aprovechar el marco de la Cumbre del G-20 para reunirse, por primera vez, con el presidente de su nación vecina y socio comercial.
México no es país por el que en este momento se peleen en el mundo para tener como socio; son de dominio público los problemas de inseguridad y falta de Estado de Derecho que enfrentamos, y eso frena las inversiones.
Pero también hay certeza de que son problemas superables con un liderazgo correcto o, bien, hay el temor de que el país se pueda descomponer mucho más si al poder llegan personajes con poca preparación, sentimientos mesiánicos y ánimos rupturistas.
Por eso es que muchos países y muchos capitales prefieren, por ahora, esperar y ver la evolución política y social de México, antes de tender una mano a una nación que podría perder su principal acuerdo comercial.
Ahora que no se tome como casualidad que las delegaciones de México y Estados Unidos estuvieron dominadas por autoridades de las áreas comerciales. Que no quede escondido tras el exabrupto de Trump sobre el muro y quién lo paga, el hecho de que fue una reunión para hablar básicamente del acuerdo de libre comercio.
Tampoco tiene que perderse de vista que el presidente Peña Nieto se reunió con el primer ministro canadiense para hablar de este tema y que no se buscó cuadrar una reunión con el Presidente chino, Xi Jinping, después del ofrecimiento que hiciera su embajador en México de explorar un acuerdo de libre comercio.
A estas alturas no deben quedar dudas de que Estados Unidos tiene tanto interés como México de preservar el libre comercio. No sólo por la amenaza de que alguien del tamaño de China le ponga una tienda enfrente si decide dejar a la deriva al socio del Sur, sino porque de México viven, y muy bien, muchas empresas estadounidenses.
Hace muy bien el Gobierno mexicano en no responder a las provocaciones de Trump de hacerse el gracioso en plena conferencia de prensa frente al Presidente de responder absolutamente ante una pregunta sobre si México pagará el muro fronterizo.
Sin dejar de consignar el hecho, el presidente Peña Nieto dijo que no es con susurros como se conduce una relación bilateral, y el canciller de plano ni vio ni oyó al presidente Trump.
Va a ser muy difícil que en México se le acredite un triunfo diplomático al Gobierno federal cuando estamos pendientes si dejaron solito a Peña Nieto 20 segundos durante la toma de la fotografía oficial.
Aun sin certezas del futuro del acuerdo trilateral, hasta ahora la percepción de los analistas y los expertos es que prevalece la idea de no perder la relación con México, independientemente de las reacciones habituales de Donald Trump.
Ya no falta tanto tiempo para que lo que hoy se dice se deba plasmar en un documento oficial que marcará los planes de la Casa Blanca y el TLCAN.
caem