Dilema propio de todo príncipe medieval: ante la impaciencia por reinar, buscarse otro terruño donde ser monarca.
Neymar se contempla en el espejo y acaso –sólo acaso, porque en la rumorología continuamos– se pregunta para cuando él. Los cinco años de diferencia de edad respecto a Lionel Messi le permitieron visualizarse en 2013, cuando fichó por el Barcelona, como heredero de ese trono. Desde entonces ha crecido enormidades, pero Messi también, y la distancia entre los dos –ya futbolística, ya mediática– sigue siendo más o menos la misma.
Tanto que para imaginar a Neymar despojando a Cristiano Ronaldo o al propio Messi del Balón de Oro en 2018, la única vía que hoy se antoja posible es conquistando el Mundial con Brasil. Menos que eso, parece que difícilmente le alcanzará.
Entonces viene la duda: si el camino más corto a la mayor cima del balón es aferrarse a la mejor delantera del planeta, incluso bajo el entendido de que en ella no se es el astro más reluciente; o bien, si le resultaría más eficaz el irse a un sitio donde se forje una nueva dinastía a partir de su futbol.
Según claman medios catalanes y madrileños, el París Saint Germain está listo para una operación que no bajaría de los 400 millones de euros entre el pago de cláusula de rescisión al Barcelona (220 millones) y lo que se necesitaría ofrecer de sueldo al brasileño.
Un debate distinto es si Neymar lo vale y, llegados a ese punto, sería importante recordar que Paul Pogba costó al Manchester United cerca de 110 millones y que la subasta por el joven Kylian Mbappé ya va por encima de los 120.
Más allá del dinero, de la inflación en los traspasos, del absurdo de esas cifras, de las implacables dinámicas detrás de oferta y demanda, está lo que Neymar puede pensar. Y, en ese sentido, representaría emigrar a un proyecto millonario que todavía requiere de consolidación. Ahí se encontraría con una liga mucho menos relevante que la española, con un equipo que todavía pertenece al segundo escalafón europeo, con un plantel menos hecho y necesitado de esa esencia que se destila por cada pared blaugrana. Ahí, sobre todo, ya no estaría el que es su gran amigo y socio, pero a la vez obstáculo en sombra hacia la cúspide.
¿Qué haría usted? ¿Cuál alternativa encierra más riesgos y cuál más oportunidades? ¿En cuánto tiempo podría relevar a Messi en máxima notoriedad? ¿En cuánto estará listo el PSG para los principales trofeos del mundo?
Mientras todo eso se especula, una inesperada secuencia en el que pintaba como uno de los fichajes del verano: el Barça correteaba a Marco Verratti, mediocampista del París, y ahora ve cómo su perseguidor puede estar persiguiendo a una joya que le es todavía más vital que la llegada del italiano.
Sí. Nunca se sabe si se persigue o se huye. Otra frase propia de esos herederos medievales, impacientes por ya presumir un trono. Otra frase a cuento con el Parque de los Príncipes como escenografía o destino.
Twitter/albertolati
caem