Ésta es la pregunta que ronda entre los capitalinos desde el 11 de julio pasado, cuando el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, publicó la Norma Técnica Complementaria para Proyecto Arquitectónico o mejor conocida como la Nueva Norma de Estacionamientos.
Por un lado, hay voces que la sustentan como una de las herramientas más avanzadas que ha diseñado la metrópoli en materia de planeación para el desarrollo urbano y la movilidad; pero por el otro, hay un sector que señala que dicha norma saturará las calles de autos que no tengan lugar para estacionarse. ¿Cuál será el verdadero impacto de esta nueva herramienta?
Vamos por partes. La nueva norma elimina los requerimientos mínimos de cajones de estacionamientos en desarrollos y establece parámetros máximos que, a su vez, pagarán más transporte público. ¿Qué significa esto? Las nuevas edificaciones, no las viejas, tendrán una media de cajones máximos y en la medida en la que se quiera generar más, lo podrán hacer pagando un costo adicional para invertir en más Metro y Metrobús. Esta medida garantizará que el uso del auto pague por más red de movilidad sustentable. Con la modificación de la norma, la Ciudad de México continúa con la transición en el sector movilidad hacia una política que garantice una urbe incluyente y sustentable.
El reto no es sencillo si se considera que, con más de 20 millones de habitantes a nivel metropolitano, somos una megalópolis que, tan sólo en movilidad, administra diariamente alrededor de 22 millones de viajes metropolitanos, con 5.5 millones de autos concentrándose en 45% en la ciudad central (Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc). El reparto modal sigue incrementando hacia el uso del auto particular en las ya saturadas avenidas, por lo que hoy más que nunca es necesario revertir la tendencia.
Con esta medida, paulatinamente se logrará una mejor gestión de la vialidad a través de la gestión del estacionamiento. Es falso que la urbe no tenga lugares para aparcar autos. De hecho, 42% de la infraestructura actual está dedicado a cajones; el problema es su pobre gestión.
La norma surge de la Ley de Movilidad y se suma a los instrumentos de planeación de la ciudad, entre los que destacan el Programa Integral de Movilidad, el Programa Integral de Seguridad Vial, el Reglamento de Tránsito y lineamientos de diseño vial, como la Guía de Infraestructura Ciclista.
La nueva norma no es un instrumento aislado, sino una parte del marco integral de política pública, que tiene como acciones de implementación la intervención de calles para garantizar el espacio de todos los usuarios de la vía, la ampliación e integración de la red de transporte público y el complemento con el desarrollo urbano y la vivienda.
La única forma de ponerle fin al tráfico de la capital del país es invirtiendo en transporte público, de forma frontal y decidida, por encima a la inversión en infraestructura para coches, que se ha llevado 73% del presupuesto en los últimos 30 años. Una línea más de Metrobús o Metro no hace una primavera, si se sigue invirtiendo en paralelo en vialidades elevadas y más estacionamientos. Nuestra Red de Transporte es amplia, pero insuficiente, no sólo en cobertura, sino también en calidad.
¿Queremos dejar de usar el auto? Pidamos inversión en transporte público; éste es un primer gran paso.
caem