El 23 de julio, Reforma publicó un estudio –véase: http://bit.ly/2v9PPAn— sobre las tendencias electorales rumbo al 2018. A la pregunta “Si hoy hubiera elecciones para Presidente, ¿por cuál partido votaría usted?”, los datos arrojan lo siguiente: hoy MORENA ganaría con holgura, obteniendo el 28 % de las preferencias; el PAN se ubica en segundo lugar con 23 %; y el PRI en tercero con 17 % –11 puntos menos que MORENA–.
En cuarto lugar, el 10 % de los encuestados respondieron que votarían por un “independiente”; el rubro “Otros” agrupa 8 % de las respuestas; el PRD el 6 %; el Verde el 5 %; y Movimiento Ciudadano el 3 %. Asimismo, el mismo estudio revela que 80 % de los mexicanos no quiere que el PRI repita en la Presidencia.
Tres días antes, el mismo medio publicó sus resultados más recientes de aprobación presidencial –véase: http://bit.ly/2u9ANq4–. En resumen, “la evaluación al trabajo del Presidente Peña (…) registra una mejora de 8 puntos porcentuales entre ciudadanos” –en enero de 2017, solo 12% de los mexicanos aprobaba su gestión; en julio subió a 20 %–.
Otro dato bastante interesante es el de la evaluación ciudadana por temas. El campo en el que mejor evalúan al mexiquense es el de la educación –31 % favorable, 44 % desfavorable–, pero el peor calificado es el combate a la corrupción –9 % favorable, 79 % desfavorable–.
Si bien correlación no necesariamente implica causalidad, sospecho fuertemente que la calificación del PRI en el primer ejercicio citado, depende mucho de la puntuación presidencial en el segundo, y en particular de la magra percepción ciudadana con respecto al combate a la corrupción por parte del gobierno federal.
Por ello, y en mi calidad de militante priista, creo tener elementos para proponer lo siguiente: para 2018, abandonemos al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), y siendo ambiciosos en el buen sentido de la palabra, absorbamos sus principales causas.
El PRI es la agrupación política más grande e importante de México; por lo mismo, la profundidad, el compromiso y la ejecución de nuestra agenda animalista-ecologista no debe depender de alianzas con la empresa de la familia González; cosa que hoy sucede.
El Verde es el mejor exponente del patrimonialismo institucionalizado: el primer presidente nacional fue padre del segundo, y entre ambos encabezaron la organización 20 años. Además, como buena franquicia electoral que es, se vende a diversos intereses; no es casualidad que haya encumbrado en sus filas a varios alfiles de Televisa y TV Azteca.
Pero tampoco olvidemos el video del “Niño Verde” aceptando dos millones de dólares para permitir la construcción de hoteles en Cancún; sus contrapartes ecologistas de otros países no reconociéndolos como un movimiento verde legítimo; o, según Milenio, los “4 mil 862 millones 426 mil 996 pesos” que ha recibido de financiamiento federal entre 1997 y 2015.
De cara a la XXII Asamblea Nacional del PRI, el 12 de agosto, los priistas tenemos que tomar una postura. Si el partido quiere empezar a mejorar su mancillada imagen, debe –primero que nada– revisar sus amistades. Los pragmáticos dirán: “Nos aportan 5 puntos”. Los visionarios, en cambio: “A la larga, daremos un mejor servicio a los mexicanos”.
Aprovechemos que el Verde está coqueteando con la Oposición para darle las gracias rumbo a 2018; absorbiendo su agenda seremos más progresistas, pero sacándolos de la ecuación seremos más congruentes con la visión que queremos dar a los ciudadanos.
Si bien reconozco que el PRI –como otros– sostiene prácticas nocivas para la democracia, hoy hay una disputa al interior del partido entre pasado y futuro, entre conservadores y reformistas, entre statu quo y una nueva ola que quiere tomar el poder interno.
Caída la narrativa del “nuevo PRI” –gracias a los Duarte, Borge, y otros–, es obligación moral de los priistas no jurásicos el seguirle apostando a la reforma interna profunda para servir mejor –con mucha más democracia, transparencia y ciudadanía– a los mexicanos.
Otro PRI es posible, y está a la mano, pero debemos tener la valentía de quitarnos los grilletes. El Verde, y lo que éste representa, sólo le suma al PRI en el plano electoral pero no en el ético. La única política que vale la pena pone el segundo antes que el primero.
Alonso B. Tamez
*El autor es presidente del Movimiento PRI.mx en el Estado de México.
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