La calidad de obras que se construyen en México, sin importar si se trata de un proyecto estatal o federal, son un claro y triste ejemplo del rezago que vive nuestro país. Contadas son las obras que una administración puede presumir por su impacto. La mayoría son utilizadas por los funcionarios para sacarse la foto y hacer negocio. La generación de infraestructura se traduce en una caja chica para los gobiernos.

 

Para muestra está la construcción de la polémica Línea 7 del Metrobús, que correrá sobre el emblemático Paseo de la Reforma, y que está a cargo del Gobierno de la Ciudad de México. Una obra mal planeada de origen que, si bien ayudará a desahogar en cierta medida la demanda de transporte público en este corredor, generará conflictos viales que la ciudad ya no puede afrontar. Una victoria pírrica para el gobierno, pero victoria al fin, sobre todo cuando se busca una candidatura.

 

Es innegable que se necesitan más y mejores opciones de transporte en la capital del país, pero es responsabilidad de las autoridades encontrar óptimas soluciones tomando en cuenta las condiciones de cada zona. No es lo mismo confinar un carril en un tramo de Avenida de los Insurgentes, que de Cuauhtémoc o Benjamín Franklin.

 

Reforma, en su tramo entre el Periférico y la horrible Estela de Luz -o Suavicrema– es complicada per se. Los carriles, de por sí angostos, lo son aún más por la ciclovía, y la carga de tráfico es muy alta. Cuesta trabajo pensar que las enormes unidades contempladas para la Línea 7 vayan a tener la fluidez que promete un sistema de este tipo.

 

Hace algunos días, la Secretaría de Gobierno anunció un cambio más al proyecto original. La “vuelta en U” de los autobuses ya no será en la Fuente de Petróleos, como estaba planeado, sino que lo harán por la calle de Monte Elbruz. El cambio vino tras la presión de grupos de vecinos que advirtieron que, con la primera opción, el tránsito se paralizaría. Cuesta trabajo entender cómo es que consideraron que Monte Elbruz, una calle de un solo sentido, angosta, mínima y que en horas pico se convierte en un estacionamiento, será una mejor alternativa. Absurdo.

 

Pero este tipo de giros de timón y cambios sobre la marcha son resultado de una mala planeación inicial, de fallas claras de origen. Así como lo fue haber enfrentado la suspensión del proyecto a seis meses de haber iniciado, cuando las zanjas del carril confinado ya estaban cavadas.

 

No se trata de oponerse al desarrollo o a que miles de capitalinos tengan una forma más digna y eficiente de transportarse y hacer frente a la caótica realidad urbana. Tampoco es -como lo aseguran vergonzosa y ligeramente algunos defensores a ultranza del proyecto- una posición clasista. Es entender la dinámica de cada una de las zonas y avenidas para darle la solución adecuada. Para eso es que se elige un gobierno.

 

Ojalá que las complicaciones derivadas del Metrobús en este tramo de Paseo de la Reforma se queden en el habitual y característico tránsito capitalino y no pongan en riesgo a automovilistas, ciclistas y peatones. Desafortunadamente, el pésimo diseño y la mala ejecución de las obras no sólo en el Gobierno capitalino, sino en los estados y -por supuesto- a nivel federal se han reflejado en fatalidades. Para muestra reciente, el Paso Express Tlahuica, en Morelos, un ejemplo más de México y su rezago.

 

Nombres, nombres.

 

Lo cierto es que Miguel Ángel Mancera batallará poco tiempo con los efectos negativos de Línea 7, pues se ubica en el último tramo de su administración y sigue animado pensando en la candidatura presidencial. En cuanto a los aspirantes a sucederlo, suena cada vez más fuerte el nombre de Salomón Chertorivski, hoy secretario de Desarrollo Económico, quien pudiera abanderar una eventual fórmula PRD-PAN. Le pregunté si le interesaba contender, y su respuesta fue -como se esperaba- políticamente correcta y cautelosa: por el momento, seguirá enfocándose en promover un incremento al salario mínimo. Al tiempo.

 

caem