No es la mejor de las formas, pero vaya que ya le hacía falta al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) una buena actualización.
Porque cuando se negoció originalmente a principios de los años 90, este mundo era otro y este país tenía otras reglas. Por lo tanto, habían quedado fuera de los alcances del acuerdo trilateral muchos aspectos que hoy son primordiales.
Y no es la mejor manera porque la renegociación del TLCAN está forzada por las actitudes populistas y la corta visión del Presidente de Estados Unidos. No es el mismo ánimo de hace un cuarto de siglo, cuando los tres países deseaban el acuerdo.
Pero la falta de inclusión de temas como la energía, las telecomunicaciones o la dimensión que ha adquirido el campo mexicano como potencia exportadora. Y por supuesto, la ausencia total del comercio electrónico.
Dentro de las posturas más retadoras de Estados Unidos para equilibrar las cuentas de su comercio bilateral con México, al menos, no hablan de imponer aranceles a las importaciones, sino de aumentar las ventas a nuestro país.
Somos un mercado de bajo poder de compra, sin embargo el consumo interno es uno de sus objetivos principales. Pero sobre todo, tienen el ojo puesto en la proveeduría y la integración de los bienes intermedios.
Vamos a escuchar hablar mucho de las reglas de origen y de otra larga lista de temas que ya tendremos tiempo de desmenuzar y comprender de mejor manera.
Pero lo cierto es que en materia de comercio electrónico al menudeo, la falta de espacios formales para una más libre y ágil importación ha dejado la puerta abierta a una creciente informalidad.
Hay algunos esfuerzos locales por desarrollar el comercio electrónico que se han quedado cortos ante la competencia formal e informal. Dentro de la formalidad hay grandes empresas como Amazon que han incursionado con éxito en el mercado mexicano. Sin embargo, hay muchas limitantes para la importación desde su sitio estadounidense.
Los que crecen sin control son los sitios de venta informal, productos principalmente chinos que se ofrecen en catálogos abiertos. Algunos son piratería abierta, otros son artículos prohibidos, unos más son de muy dudosa calidad y otros más son auténticas ofertas.
En los servicios de streaming, por ejemplo, en el mercado estadounidense hay materiales, películas recientes que tardan en llegar a los servicios de video en demanda locales, así se trate de filiales como Netflix.
Entonces, los ávidos consumidores mexicanos han accedido a servicios de streaming piratas que como compran los equipos en una tienda establecida, pretenden obviar que lo que reciben con un clic es igual a comprar un disco clonado afuera del Metro.
En fin, los vacíos se llenan y así como hoy ve que fuera de las plazas comerciales formales hay cientos de puestos ambulantes, así en el comercio electrónico hoy hay miles de opciones irregulares. Ahí, pues, hay una ventana de oportunidad para la renegociación.
caem