Sin ser la definición más apropiada, Mesoamérica es un concepto que aglutina a una serie de culturas que se establecieron en la era prehispánica en toda la mitad sur de México y llegaban a varios países de Centroamérica, informó el arqueólogo Gustavo Alberto Ramírez Castilla.
Entrevistado por Notimex vía electrónica, el director de la Red Mexicana de Arqueología añadió que dicha área comprende geográficamente desde el río Soto la Marina pasando por Lerma hacia el centro del país y de ahí al afluente del Sinaloa, en el estado del mismo nombre.
Del último punto baja hasta los actuales países centroamericanos de Guatemala, Belice, El Salvador y una parte de Nicaragua, hasta el Golfo de Nicoya, y otra de Honduras, hasta el río Ulúa, continuó.
Dicha área se encuentra dividida, a su vez, en seis regiones: “Costa del Golfo, región Maya, Altiplano Central, región Oaxaqueña, Occidente de México y región Norteña. Pero se han hecho variantes conforme han avanzado las investigaciones”, explicó.
Entre las civilizaciones que se establecieron en la época prehispánica en la mencionada región sobresalen la “Maya, Olmeca, Totonaca, Zapoteca, Mexica o Azteca, Huasteca y Tolteca; pero existen cientos de culturas locales más que sería largo enumerar”, detalló al referir que temporalmente abarca desde por los menos el 1900 a.C. al 1521 d.C.
Recordó que fue el etnógrafo alemán naturalizado mexicano Paul Kirchhoff quien acuñó en 1930 el concepto de Mesoamérica, que significa América Media, y para el experto europeo existían características comunes que ahora se saben limitadas.
Kirchhoff, abundó Ramírez Castilla, dijo que esos rasgos comunes eran “bastón plantador de cierta forma (coa); construcción de huertas ganando terreno a los lagos (chinampas); cultivo de chía y su uso para bebida y para aceite de dar lustre a pinturas; cultivo de maguey para aguamiel, arrope, pulque y papel; cultivo de cacao; molienda del maíz cocido con ceniza o cal”.
Las culturas mencionadas que conformaron Mesoamérica, que insistió es más un concepto etnográfico que arqueológico, mantuvieron rasgos comunes como “la numeración y el calendario, que se refieren a una forma de medir las cosas y la noción del tiempo”.
Sobre el uso de números, detalló que en el área “se desarrolló un sistema de posición en el que cada signo representa una cantidad dependiendo de la posición en que se ubique, en unidades de uno y cinco, y en series de 20 unidades.
“Así, el uno se representa por un punto, el cinco por una barra, hasta alcanzar el 19, y el 20 se representaba con un punto en la segunda posición, y así consecutivamente hasta contar millones. También se incluyó la representación del cero como ausencia de unidades, que fue un gran aporte a las matemáticas desconocido para muchas culturas del mundo. En Europa se usó con seguridad hasta el siglo XII, por ejemplo”.
Señaló que el uso de números está relacionado con la medición del tiempo, y que “había dos calendarios el Xihuitl o Haab, que era solar y cívico de 365 días. Era tan exacto que sólo fue superado por la ciencia moderna. El otro era el Tonalámatl, que era lunar, de carácter ritual, compuesto por 260 días”.
El primero estaba conformado por 18 meses de 20 días, más cinco días nefastos llamados nemotemi. El calendario lunar combinaba los signos de los 20 días con los primeros 13 numerales”, continuó al anotar que esta numeración y forma de contar el tiempo “se representó en inscripciones, murales, códices y esculturas en diversos estilos”.
Otro elemento común es el relacionado con el conocido como “Juego de pelota”, del cual aclaró que “no era un deporte, sino en esencia un ritual en el que se representaba la lucha entre las fuerzas cósmicas para mantener el equilibrio del mundo a través del sacrificio para los dioses; aunque se dice que también se usaba para resolver conflictos como sustituto de la guerra”.
Resaltó que el Juego de Pelota alcanzó grados de alta calidad estética en la construcción de canchas y requería de un atuendo especial para los jugadores, compuesto por cascos, fajas o yugos y manoplas, y el uso de una pelota elaborada de caucho.
“Este conjunto de elementos culturales es único, sólo existió en Mesoamérica con toda su complejidad y se encuentra materializado con diversas variantes estilísticas por todas las subáreas culturales mesoamericanas”, puntualizó.
“Un tercer elemento, y el más sobresaliente en muchos sentidos, es la creencia en una serie de divinidades que representan ideas sobre el origen del mundo, los seres incluida la humanidad, así como sus relaciones con los astros y los fenómenos naturales.
“La presencia del jaguar, la serpiente emplumada, el dios viejo, el del agua y sus diversas variantes con nombres específicos según la subárea cultural en donde se veneraron, es antiquísima. También fueron plasmados en diversas obras materiales como la cerámica, la escultura, la pintura mural y la arquitectura.
“Quetzalcóatl o Kukulcán, Tlalóc, Cocijo o Tajín, son diferentes nombres para las mismas deidades. Dentro de este ámbito se debe incluir también entre otras, la creencia en un inframundo con nueve niveles que deben superar todos los muertos, la idea de la montaña sagrada representada por las pirámides, los cinco rumbos del universo, etcétera”, anotó.
Hizo hincapié en que de todo lo anterior los pueblos que conformaron Mesoamérica elaboraron materiales y conocimientos, “y muchos siguen presentes en la cosmovisión y costumbres de los pueblos indígenas o mestizos que viven dentro y fuera de los límites de la llamada Mesoamérica”.
Dijo compartir la idea de que Mesoamérica no desapareció con la conquista sino que se mezcló con las culturas de las poblaciones que llegaron después, como la española, africanas, asiáticas, sudamericanas, norteamericanas “y hasta la fecha”.
Además, se ha extendido hasta las regiones donde la población mestiza ha llegado y ha incorporado su habla y costumbres, como el consumo de tamales, la veneración a los muertos con ofrendas de alimentos, el uso del molcajete o el consumo de tortillas o el chocolate, por ejemplo.
Lo anterior significa que culturalmente se puede encontrar actualmente en ciudades como “Chicago, Los Ángeles o Nueva York. Es una Mesoamérica moderna, en términos antropológicos”, expuso Gustavo Alberto Ramírez Castilla, también maestro en arquitectura con especialidad en Conservación y Restauración de Monumentos, e Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Tamaulipas.
aarl