Lo que prematuramente inició, igual de prematuramente tiende a terminar.

 

Esos tres niños mexicanos que llegaron al futbol europeo antes no sólo de debutar en Primera División, sino incluso mucho antes de haberse afeitado por primera vez, han optado por cortar con esa etapa en el momento que suele implicar mayor rotundidad deportiva: esos años que rodean a los 30.

 

Carlos Vela, como primero Giovani Dos Santos, como hace unas semanas Jonathan, luce encaminado hacia la Major League Soccer. Certamen de menor exigencia donde será muy valorado económicamente, lejos del epicentro del balón y de la competitividad que, se supone, tienden a hacer mejor a un jugador.

 

Más allá de eso y de la autoridad con la que el aficionado promedio se siente para criticar sus decisiones (finalmente, les ve como algo propio y a su manera busca cuidar el escaso patrimonio Tricolor), ese triple regreso da para muchas lecturas.

 

La primordial, entender que ellos no han sido adultos en el país donde nacieron, que su nostalgia y desarraigo es diferente, lo que podría llevarles a Los Ángeles, única ciudad donde llegarán a sentirse como en México sin estar envueltos en el sofocante abrazo/rechazo de México. Al mismo tiempo, su saciedad del futbol europeo pudo adelantarse como más de una década atrás ellos mismos adelantaron su partida hacia España o Inglaterra; de ahí vendría un cansancio fácil de juzgar para los ajenos, pero difícil de comprender.

 

Tanto tiempo transcurrido para que viéramos a varios seleccionados tricolores en Europa, nos convenció de que ha de mantenerse allá todo aquel que siga siendo deseado; o, lo que es lo mismo, que la decisión es de los clubes europeos: siempre que alguien los pretenda, el mexicano ha de quedarse. Y no es así o no tiene que ser así en un mundo donde cada quien fija sus prioridades.

 

Pero aprovechemos para hacer un poco de memoria. A mediados de los dosmiles no existía cazatalentos con mayor credibilidad que Arsene Wenger. Mientras que su Arsenal bordaba un futbol de autor, el francés atinaba en sus predicciones; por ejemplo, Cesc Fábregas llegaba adolescente y se presentaba como líder del equipo del futuro.

 

La apuesta de Wenger por Vela evidenciaba los alcances intuidos en en el cancunense, como también que con 18 años Gio ya gozara de minutos en el Barça de Ronaldinho. Sin embargo, a los dos les costaría trabajo consolidarse en primera y deambularían por varios sitios.

 

Finalmente, Vela se asentó en la Real Sociedad y llegó a ser votado el tercer mejor futbolista del torneo ibérico, sólo a la sombra de Cristiano Ronaldo y Lionel Messi: después de todo, el maestro Arsene no falló. Momento de máximo brillo en el que, dolor y paradoja, el Tri no pudo contar con él.

 

Retomado lo anterior, vale la pena preguntarnos: ¿Qué habría sucedido si los tres alargan su estancia europea, si esperan unos años para afianzar su cuenta bancaria en la MLS, si se aferran a triunfar en las mejores ligas? Podemos pensar que no mucho, pero nada garantiza que la oferta de hoy siga mañana y sólo ellos saben lo que conviene a sus respectivas vidas.

 

Prontos para la mudanza, prontos para el retorno, no más Europa para los tres niños tan precozmente arrancados de su cultura.

 

Twitter/albertolati

 

caem

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