Imaginemos caminando a esos tres muchachos por cualquier gran ciudad que no sea la suya ni la de la liga en la que juegan: Tokio, Nueva York, Roma, Shanghái, Viena, México mismo. Imaginémoslos desapercibidos, libres para turistear y hacer compras. Imaginemos al mayor, Philipe Coutinho, al lado de los adolescentes Kylian Mbappé y Ousmane Dembélé con ropa de calle. Seamos sinceros: ¿usted, incluso suponiendo que sea un gran aficionado al futbol, los reconocería entre una multitud?
Ahora imaginemos caminando, pero cinco años atrás, a Zlatan Ibrahimovic, Andrés Iniesta y Ryan Giggs, por no mencionar a los ultra reconocidos Lionel Messi, David Beckham o Cristiano Ronaldo. Es evidente el pandemonio que eso hubiera desatado.
No, de ninguna forma apunto a que todo pasado fue mejor. Apunto más bien a la locura del mercado actual: tan reducida oferta y tan excesiva demanda desembocaron en un escenario con nombres que no figuraban hace poco en el catálogo de los grandes; mercado en el que las promesas del balón, sin más de un par de temporadas como profesionales, se cotizan por encima de los 150 millones de euros, en el que jugadores que todavía podrían resultar desconocidos en el común de los lugares del mundo no están disponibles por menos de 100.
Ya lo hemos dicho antes: en el futbol es hoy más caro el futuro que el presente, el nivel que se intuye se paga mejor que el que ya es.
Cuando Neymar renovó por el Barcelona y se estipuló una cláusula de rescisión de 222 millones de euros, los directivos barcelonistas habrán pensado que si emergía alguien capaz de pagarlos, dejaría suficientes fondos como para que los blaugranas retocaran con redondez su plantel. Nada más lejos de la realidad, esos 222 millones rinden poco de acuerdo a las cotizaciones del verano. ¿150 millones por el ofensivo del Liverpool, Philipe Coutinho? ¿Otros 130 por el extremo del Borussia Dortmund, Ousmane Dembele? ¡¿280 millones por dos elementos que costaron juntos a sus respectivos clubes no más de 25?! A menos que vayan por una alternativa distinta y pregunten al Mónaco por Kylian Mbappe, a cambio del cual se pretenden 180.
Culpar al efecto Neymar tiene sentido, aunque resulta impreciso. Más que esa operación, con mayor trasfondo geopolítico que deportivo, es el hecho de que todos sepan que el Barça posee efectivo y urgencia a partes iguales. Es también la obvia complicación de pretender comprar lo que no está en venta: el Liverpool no requiere dinero y sabe que reemplazar a Coutinho le complicaría demasiado, por lo que prefiere lanzar montos absurdos para bloquear todo canal de negociación; el Dortmund, al tiempo, ha visto un área de oportunidad y desea aprovecharla al máximo.
Los tres están llamados a ser figuras del próximo Mundial, aunque eso no significa que el futuro les pertenezca, eso no garantiza su evolución hasta la cima.
Sucede que siendo tan pocas las estrellas que ilusionan en el mercado, su valor se elevó exponencialmente. Malo para quien necesita reforzarse, listado encabezado por el Barcelona en el peor instante: cuando cien millones han dejado de ser dinero.
Twitter/albertolati
caem