El año que viene, los partidos políticos y candidatos independientes van a recibir, en conjunto, casi siete mil millones de pesos. Para ser precisos, obtendrán seis mil 788 millones 900 mil 16 pesos, que representa el presupuesto más alto que se les haya destinado. A cada mexicano nos toca poner, aproximadamente, 52 pesos que irán a parar a las arcas partidistas, cuyo manejo carece de la mínima transparencia. Es un presupuesto histórico, insultante, vergonzoso.
Si bien es cierto que esta cifra es mínima en comparación con lo que gasta el Gobierno federal año con año -millones de millones de pesos-, es un dineral si analizamos para qué se utiliza y cómo se justifica. Una gran parte de esos recursos se van al rubro de “actividades ordinarias”, con todo lo que cabe en un término tan ambiguo, mientras que otro importante tanto se va directo a “actividades de campaña”. Existe infinidad de conceptos dentro de estos apartados, que poco tienen que ver con funciones de representación ciudadana o de encontrar caminos más óptimos para mejorar la realidad social, y que son imposibles de fiscalizar. Las partidas dan lugar a gastos excesivos en temas improductivos.
Las autoridades electorales justifican el dispendio bajo el argumento de evitar que los partidos sean infiltrados por organizaciones criminales y prevenir que dinero opaco penetre en las campañas y organizaciones, pero éste no es el camino correcto. Conocidos son los múltiples casos en los que diferentes fuerzas políticas han postulado candidatos de todos niveles, y que tienen estrechos vínculos con el crimen organizado, incluso a pesar de que el presupuesto asignado ha ido en constante aumento.
Habrá quien diga, románticamente, que “es el costo de nuestra democracia”, pero esto no es así. Si la democracia mexicana fuera sólida, eficaz y representativa, funcionaría sin gastos excesivos. El éxito de la democracia no radica en cuánto dinero se le destine, sino en desarrollar estructuras fuertes que incluyan a la sociedad. Que limiten la creación de partidos políticos que sólo son vistos como un jugoso negocio y que confunden a la ciudadanía.
Desde luego, no he escuchado a algún representante de cualquier organismo político quejarse de lo que les tocará en 2018. En eso sí hay “consenso”, en eso sí “hay coincidencias”. Entre más, mejor. Todos están listos para recibir sus prerrogativas, las más altas en la historia, mientras el descontento social hacia la política alcanza niveles récord. ¿Habrá alguien que se pregunte “por qué”?
En la carrera por la CDMX
Uno de los principales impulsores de un aumento al salario mínimo en México, Salomón Chertorivski, sigue sumando apoyos rumbo a una eventual candidatura para jefe de Gobierno. Se menciona que el hoy secretario de Desarrollo Económico de la CDMX es respaldado por diversos sectores empresariales que le atribuyen logros como el reordenamiento del ambulantaje y la reducción de tramitología. La carrera continúa.
caem