Hay una nueva Dama de Hierro, y no precisamente en el gobierno británico, sino en el mundo del cine. El imperio parece haber llegado a Lucasfilm de la mano de su presidenta, Kathleen Kennedy, quien esta semana volvió a demostrar que las cosas se hacen a su manera… o a su manera, al anunciar que debido a “diferencia de visiones” (eufemismo utilizado para decir que despidió a alguien) en la historia de lo que debe ser el Episodio IX de Star Wars, el cineasta Colin Trevorrow ya no se hará cargo de la misma.
Con él van cuatro cineastas que son despedidos por Kennedy (Josh Trank, quien se iba a hacer cargo de un spin off de Boba Fett; Phil Lord y Chris Miller, que estaban a semanas de terminar de filmar la película sobre el joven Han Solo; y ahora Trevorrow), quien en el mejor estilo de una Dama de las Cruzadas se ha convertido en la protectora a ultranza del legado dejado por George Lucas, después de que éste vendió Lucasfilm a Disney en 2012. Los únicos que se han salvado son J.J. Abrams (experto en tomar franquicias exitosas) y el actual, Rian Johnson, cuyo rodaje de Episodio VIII ha transcurrido sin mayores problemas.
Desde entonces, Star Wars ha dejado de ser ese producto cinematográfico que surgió de la muy particular y personal visión de su creador y que se convirtió en un parteaguas de la cultura popular desde hace 40 años, para convertirse por completo en un producto de la mercadotecnia y el sistema imperante en Hollywood en donde el que manda es el dinero y nada más. No que Star Wars no fuera ya, desde la época de Lucas (y en particular desde las infames precuelas) una máquina de hacer dinero, pero al menos las decisiones en cuanto a las películas eran de su creador original, y no estaban en manos de un conglomerado empresarial.
Para que se entienda, Star Wars –o más bien, la fórmula con que se realizan sus películas- se ha convertido en la Coca Cola del cine: un producto que tiene que saber igual, verse igual, sonar igual y cuya receta secreta no se puede alterar de ninguna manera. Y quien se atreva a hacerlo, es despedido.
Trevorrow tenía a su favor el haber revitalizado y revivido a la franquicia de Jurassic Park con Jurassic World, que metió más de billón y medio de dólares a la taquilla cuando todo mundo pensó que los dinosaurios estaban extintos. Pero al igual que le ocurrió a Josh Trank, no se le perdonó que antes de hacerse cargo de una película de Star Wars haya tenido un fracaso en taquilla. En el caso de Trank fue la infumable Los Cuatro Fantásticos en su más reciente versión, y en el de Trevorrow fue The Book of Henry, que pasó con más pena que gloria.
Las preguntas inevitables son: ¿Pues qué no platicaron Kennedy y compañía con Trevorrow, Miller, Lord y Trank acerca de cómo sería el trabajo, de qué es lo que esperaban de ellos, de cuáles eran sus ideas y demás? ¿No los eligieron porque vieron en sus filmes algo que les gustó y que consideraron idóneo para el estilo de Star Wars? ¿O nada más los contrataron a lo tonto? Porque correr a cuatro directores de seis películas planeadas habla o de una muy mala selección de personal o de que Kennedy es una tirana que es incapaz de lograr consensos y cuya ley es la única que vale.
En su descargo, hay que decirlo, está el hecho de que sus decisiones le han dado resultados hasta el momento. Con Trank aparentemente evitó un altercado mayor sin que hubiera en realidad nada desarrollado, y cuando tomó la decisión de que se hicieran tomas adicionales (reshoots) de Rogue One, contrató a Tony Gilroy para que ayudara a Gareth Edwards a “arreglar” el filme, que dicho sea de paso, es uno de los mejores de toda la saga, mejor incluso que El Despertar de la Fuerza.
Pero sigue siendo inexplicable que haya corrido a Miller y Lord cuando estaban a nada de terminar el rodaje. ¿En verdad se dio cuenta, después de meses, de qué era lo que estaban filmando? Pero no le importó tirar millones de dólares a la basura con tal de “cuidar” la historia y la película. Optó por contratar a un veterano como Ron Howard, quien por la cantidad de trabajo que está haciendo, prácticamente va filmar de nuevo más de la mitad del filme sobre Han Solo y será una película muy en su estilo.
¿Y con Trevorrow? El problema, según esto, fue por diferencias en el guión de Episodio IX, además de muchos reportes de que la relación entre ambos ya no era manejable. Para muchos fans que odiaron Jurassic World, Trevorrow no era el adecuado para hacerse cargo del cierre de la actual trilogía, por lo que tomaron la noticia de una manera positiva. Para otros, el cineasta ya había demostrado, con éxito, que podía hacerse cargo de una franquicia monstruosa.
Como sea, la salida de Trevorrow sólo indica una cosa: que Star Wars es un producto que se tiene que manufacturar de una sola manera, con ciertos ingredientes y cierto sabor. Ese es el problema, que es un producto, pues hace tiempo que dejó de ser cine, o al menos el tipo de cine que George Lucas alguna vez soñó…
caem