JUCHITÁN DE ZARAGOZA. Un silencio espeso, como una mezcla de duelo, trauma e incertidumbre, se ha apoderado de Juchitán de Zaragoza, el municipio mexicano más impactado por el potente terremoto, el más grande desde 1932, que sacudió el sur y centro de México en la noche del jueves.
“Es muy triste por el suceso y es tal vez el evento más catastrófico que ha tenido Juchitán. (La ciudad) está destruida y donde caminamos está el amigo o el vecino que perdió su hogar. Es muy triste saber que a donde uno va, Juchitán está en ruinas”, explicó a Efe Edgar Mario.
Él era uno de los curiosos reunido en la noche del viernes, a 24 horas del suceso, alrededor de los efectivos de la Marina, el Ejército, Protección Civil y bomberos voluntarios que trabajan en la búsqueda de víctimas y remoción de escombros del Palacio Municipal.
Este edificio, otrora insigne en esta ciudad del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, es hoy un triste símbolo del grave impacto que ha tenido en este humilde municipio el sismo de magnitud 8.2 en la escala de Richter.
Según el recuento oficial, en este municipio hay 37 muertos, la mayoría aún bajo los escombros, 7.000 viviendas afectadas y miles de personas damnificadas durmiendo a la intemperie.
Quizás por ello, la gente se agolpaba con una solemnidad poco habitual, sin mediar palabra, frente al Palacio Municipal, y seguía con interés toda acción de las autoridades.
El silencio y la zozobra se respira en esta localidad de unos cien mil habitantes y que registra 37 de los 61 muertos por este fuerte terremoto, convirtiéndose en el epicentro de la tragedia por el número de víctimas mortales.
La zona más afectada es el centro de la ciudad, donde la luz va y viene y el servicio de agua no se ha restablecido.
Para los vecinos, este es un mal menor, pues han pasado las últimas horas sentados frente a sus casas o en un albergue al aire libre que las autoridades han habilitado y donde les ofrecen un colchón para poder descansar.
En estos sitios apenas se habla y se respira tristeza y consternación.
La población en general vive con pánico las réplicas del movimiento telúrico, que se repiten muchas veces por hora y se sienten con intensidad.
Aunque en las calles esta noche había cierto movimiento de personas, coches y mototaxis, la práctica totalidad de los negocios estaban cerrados tanto en este municipio como en los vecinos Salina Cruz y Tehuantepec, todos ellos a tocar del Pacífico.
En el centro, el halo general era el de ciudad fantasma, o en estado de sitio.
El sismo provocó que reventaran las ventanas y escaparates de muchos establecimientos, que hoy tampoco han abierto por miedo a saqueos ante la falta de agua y víveres.
Este es el escenario de caos que se vive en este municipio oaxaqueño, uno de los estados más pobres del país pero también reconocido por su historia, su folclore y su esencia indígena.
Afortunadamente, no toda la costa del Pacífico de Oaxaca se vio afectado de la misma manera por este gran sismo que impactó en más de diez estados de todo el país y lo sintieron hasta 50 millones de personas.
La localidad de Huatulco y buena parte de la carretera entre este balneario turístico y Juchitán, de unos 200 kilómetros, se encontraba en perfectas condiciones.
No obstante, cerca de Juchitán había peligrosos desprendimientos de tierra y grandes rocas en medio de la vía, que no impedían que camiones y autobuses de pasajeros transitaran por ellas.
Por el contrario, los edificios y viviendas, de cemento, madera o aluminio, construidas al lado del eje carretero no presentaban mayores desperfectos.
“Gracias a Dios, fue el nervio y el miedo, nada más”, explicó a Efe Mario Luis, un conductor de taxis de Huatulco que hoy cambió sus rutas habituales para trasladar a periodistas hasta Juchitán de Zaragoza, protagonista involuntaria de este terrible terremoto.