MADRID. Un gol determinante del francés Antoine Griezmann a la hora de partido salvó el estreno del estadio Wanda Metropolitano, inaugurado con una apurada victoria del Atlético de Madrid, ganador frente al Málaga en el segundo tiempo (1-0), cuando encontró el desborde y el remate para romper un duelo atascado.
Tres puntos esenciales para el conjunto rojiblanco, porque sin triunfo no hay fiesta, ni siquiera en un acontecimiento como éste, y porque el Barcelona mantiene su ritmo de pleno en el liderato de la Liga; una derrota más del Málaga, la cuarta en otras tantas jornadas, a pesar del aspecto competitivo que mostró todo el choque.
No perdió hasta la segunda parte, hasta que la entrada del belga Yannick Carrasco cambió el ritmo plano en el que se había movido el Atlético en los primeros 45 minutos en su nuevo campo. Un estadio a falta de bastantes detalles, pero ya listo para el primero de muchos partidos; el inicio de una nueva era, ya sin el Vicente Calderón, el escenario de imborrables recuerdos del último medio siglo para una afición que trasladó su entusiasmo a una nueva casa.
No se llenó el espectacular estadio, tampoco se sintió toda la resonancia de la que dispone y se prevé en partidos de más transcendencia ni desbordó demasiado el Atlético al Málaga, salvo el rato inicial con la puesta en escena en campo contrario, que luego decayó en la nada, como el partido, casi insustancial al descanso, y, sobre todo, el comienzo del segundo tiempo, cuando ganó el duelo.
Porque el Atlético no fue capaz de romper el encuentro en todo el primer tiempo, ni siquiera de agitar como pretendía el choque, un tostón por momentos entre los amagos locales, unos cuantos en el área sin remate, y el estricto plan visitante, consciente de que sus opciones pasaban por una suma: defensa, concentración y contragolpe.
Cuando conjugó las dos primeras no sufrió daño, sin una parada de exigencia real para su portero Roberto Jiménez, y cuando añadió la tercera multiplicó la amenaza para el Atlético, encomendado entonces al magnífico Jan Oblak, agigantado ante Borja Bastón en una contra y seguro en el blocaje posterior de un disparo centrado de José Recio.
Era el minuto 37. Una oportunidad inmejorable para el Málaga, la única ocasión de la primera parte, más allá de un tiro inocente de Ángel Correa, y un aviso serio para el Atlético, más insistente que ingenioso en ataque, más expuesto que fiable atrás, indudablemente con un fútbol más cerca del empate que de la victoria en 45 minutos.
Entre tanto centrocampista no tenía desborde el Atlético, que lo recuperó a la vuelta del vestuario. No hay nadie en la plantilla con mejor regate, más velocidad y más vertiginoso hacia arriba que Yannick Carrasco, en el campo desde el primer minuto del segundo tiempo y con un efecto reactivador prácticamente inmediato.
Primero con una pared con Filipe Luis que culminó el extremo belga con un doble regate y un remate desviado; después con una asistencia al lateral brasileño dentro del área que remató Koke y que salvó Roberto Jiménez, atento después para rechazar un buen disparo de Saúl. En cinco minutos, mucho más que en 45 anteriores.
Creció en ese momento el Atlético, que lo transformó en el marcador a la hora de partido, con el desborde que le había faltado antes, con un quiebro de Correa por la banda izquierda remachado en el 1-0 de primeras por Griezmann. Un gol para la historia, el primero del Wanda Metropolitano, y para la victoria rojiblanca, con parada final de Oblak, tan decisiva como el gol del atacante galo.
JMSJ