De a poco cada quien retornará a lo suyo, volverá a su rutina, retomará lo que solía hacer.

 

Primero una cantidad de horas, luego algunas más, finalmente la totalidad de la jornada hasta estar como antes de que el 19 de septiembre pasara de conmemoración a maleficio.

 

No será este texto el que sepa explicar los procesos psicológicos tras un evento así, aunque resulta evidente una desafortunada realidad: que lo más complicado, la reconstrucción, iniciará justo cuando la mayoría haya dejado de tener como prioridad a las innumerables víctimas de este terremoto, cuando hayamos dejado de desvivirnos por el prójimo, cuando hayamos dejado de sentirnos uno.

 

Por tanto, este lunes –o el jueves, o en dos semanas, o cuando sea– no podemos permitirnos ser idénticos a como éramos; por tanto, de alguna forma habremos de salir de este desastre reforzados en conciencia y compromiso; por tanto, debemos buscar forma de reinsertarnos en nuestros hábitos, pero imbuidos de la solidaridad, espíritu, incondicionalidad, compasión, patriotismo al fin bien entendido, que estremecieron al mundo esta semana.

 

Luego de un día y medio ejemplares, apenas manchados por asaltantes de la peor calaña (escribía en este espacio: la podrida confirmación que confirma la regla de la grandeza de este pueblo), este jueves la actitud ya resultó un tanto diferente. Twitter volvió a ser el habitual reducto de odio y descalificación. Las facciones en eterna disputa se reincorporaron a sus insalvables rencillas. El sospechosismo llevó a que muchos dudaran del sentido de sus donativos. La polarización de siempre emergió tras la polvareda de los escombros, y con ella la acusación, la división, el insulto que tanto estorban. La tregua insinuando su fin –aunque, espero, todavía no terminando.

 

Todo lo anterior, en medio de una imperativa urgencia: cuando la carrera contra el tiempo no ha terminado y todavía pueden ser salvadas muchas vidas.

 

No defraudemos tan pronto el legado de esta tragedia. No permitamos que incluso antes de ser enterradas, las víctimas ya se vean privadas de ese homenaje: que este 19 de septiembre cambie muchísimo de lo que nos frena, que sea un recordatorio de nuestras posibilidades cuando hay unión.

 

Son muchísimos los lugares de la capital mexicana a ser reconstruidos. También en Morelos, con imágenes de localidades enteras arrasadas, en Puebla, en el Estado de México, en Oaxaca y Chiapas donde al drama del terremoto de hace dos semanas se añade ahora el del más repentino olvido.

 

Regresaremos todos a lo que hacíamos y aquí, por ejemplo, se volverá a hablar de deportes con el ángulo que se suele intentar, pero no nos concedamos licencia para hacerlo siendo lo de antes. México ha sido esta semana capaz de lo mejor y, vista su irrefrenable fuerza ante la adversidad, olvidar a los damnificados implicaría ser capaces de lo peor.

 

Twitter/albertolati

 

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