Hay una coincidencia general entre columnistas y redes sociales en el sentido de que los políticos y partidos han utilizado la tragedia de los sismos para sacar raja política. Disiento. Me parece más bien que han utilizado la tragedia para hundirse.
Tienes ganas de hundirte cuando luego de la Casa Blanca, los Duarte y la Estafa Maestra, y luego de que, autogestiva, inteligente, la sociedad organizó redes de apoyo y de rescate, y de que cada ciudadano se fue a gastar lo que no tiene en medicinas y mantas y comida para sus semejantes, tú, gobierno federal, publicas un despegado que titulas “Segunda Etapa”, como si te debiéramos la primera, y le pides a la población que ¡siga donando! Pusieron la lista de requerimientos, eso sí. Incluye lápices. No sea que vayamos a gastar a lo güey.
Tienes ganas de hundirte cuando eres el alcalde de la capital, machacada otra vez por la naturaleza, tienes una baja popularidad que sería de Guinness si no fuera porque el récord te lo quitó el PRI y nomás no apareces. Imposible no pensar en el contraste entre Giuliani acompañando a los neoyorquinos entre la polvareda de las Torres Gemelas y el Mancera que parecía exiliado. Queda para la posteridad lo que se da por un hecho: en Álvaro Obregón 286, la primera ayuda del gobierno de la Ciudad llegó una semana después.
Tienes ganas de hundirte cuando eres delegado de una demarcación, la Cuauhtémoc, distinguible por la desmesura del crecimiento inmobiliario, por su capacidad para tardar años en arreglar tres metros de banqueta y por las mil acusaciones vecinales por obras irregulares y predios otorgados al contentillo, y tú, que apareces hasta en la última estación universitaria, desapareces mientras te preguntan qué onda con el helipuerto chocolato que en una de esas se cae.
Y dudo en decir esto, porque algunos siempre caen de pie, pero tienes ganas de hundirte cuando eres Andrés Manuel, con lustros de gira pueblo por pueblo y con spots hasta en la sopa, y, como Mancera o Monreal, sólo apareces para avisar que ya es hora de reanudar la gira –fue el primero– y sobre todo que sí, que Morena “dona” el dinero de las campañas, ése que no es suyo, pero que lo dona con un fideicomiso integrado por fieles de, sí, Morena, que lo otorgarán al pueblo bueno a nombre de, sí, Morena. Asistencialismo, que le llaman. Como si no nos la supiéramos.
Así que seamos justos. Sí, el estamento político lucra con la tragedia. Pero no, no obtendrá beneficios de ello. La inmoralidad y la inteligencia no van siempre de la mano.
caem