Una particular armonía emergió cuando Xavi Hernández, Carles Puyol, Gerard Piqué, festejaron la coronación española en Sudáfrica 2010 ondeando la bandera catalana –como Sergio Ramos, por ejemplo, en otra celebración mostró la andaluza. Armonía en la España Invertebrada a la que se refirió José Ortega y Gasset casi un siglo antes: la posibilidad de ser dos cosas a la vez sin que una refutara a la otra.
Dualidad incomprensible para algunos pero indiscutible en la cancha de Johannesburgo, de ese tema hablé con Pique unos años después, cuando su histórica generación acababa de levantar su segunda Eurocopa. Palabras más, palabras menos, me explicaba que mientras la única selección para la que pudiera jugar fuera la española, acudiría siempre que fuera convocado; negaba que portar ese uniforme contradijera su apoyo a una Cataluña facultada para decidir su pertenencia al Estado español.
Los mismos Piqué, Puyol y Xavi, que como miles de catalanes más acudieron a las urnas (o lo intentaron) este domingo y que, como otros tantos, protestaron por la acción represiva y excesiva de las autoridades españolas.
Así como era destino que el Barça, ese “casi partido político moral de Cataluña” a decir de Manuel Vázquez Montalbán, tuviera programado un juego el mismo día en que se convocó el referéndum de la discordia, parece que también estaba escrito lo que acontecería unas horas después: fecha FIFA con Piqué citado para representar a la selección en dos partidos oficiales.
Es posible utilizar como precedente el caso Andy Murray: el tenista escocés que externó su apoyo a la independencia de Escocia durante el referéndum realizado en 2014. El mismo Murray que, una vez contabilizado el voto opuesto a la separación del Reino Unido, daría a los británicos su primera Copa Davis en 79 años y portaría la bandera británica en la inauguración de Río 2016. Con una diferencia relevante: que el referéndum escocés sí era considerado constitucional por la nación de la que se planteaba la secesión, muy distinto a lo acontecido este domingo en Cataluña bajo acusaciones de ilegalidad.
Tierra que regaló al arte algunas de las obras cumbre del surrealismo, no lo es menos que un espontáneo haya invadido la cancha en un partido a puerta cerrada. Partido que, en un domingo que incluyó choques entre bomberos y policías, no tenía que ser. Partido que acaso ha sido forzado por aquello de pretender normalidad en donde de ninguna forma la había ni la hay, no sabemos si pronto la habrá.
¿Por qué sonaban huecos los golpes al balón? ¿Por qué se leía en pintura sobre la tribuna desierta y no en mosaico exhibido por multitudes lo de Mes que un Club? ¿Por qué estaba en silencio el Camp Nou? Por el absurdo de jugar cuando una ciudad no estaba para eso.
También por esa España que a cien años del libro de Ortega y Gasset todavía busca algunas de sus vértebras, de su pegamento, de su reactivo de aleación, en el deporte. País que supo incluir a varios países, después de lo de este domingo es factible que nada vuelva a ser igual. No, entre las amplias insensateces de la clase política catalana al convocar a este referéndum, tampoco ante la grotesca y desmedida respuesta del Estado español, menos frente al limbo en el que quedan los catalanes que desean continuar en España.
Hubo países conformados por países que sólo lo fueron en el futbol (Yugoslavia, por ejemplo). La duda es si al menos eso queda hoy entre España y Cataluña. No se sabe si como confirmación o como negación, pero Piqué acude al llamado del seleccionador nacional.
Twitter/albertolati
caem