En el municipio oaxaqueño de Juchitán, el más afectado en el país por el sismo del 7 septiembre, y nuevamente azotado por el movimiento de la tierra 16 días después, todo hace recordar a esos días.

 

Caminar por sus calles, prácticamente en cualquiera que sea, hay, o montones de escombros, predios ya desocupados, donde hubo un inmueble, o edificios a punto de caer.

 

El trajín de sus habitantes pareciera normal, la gente en la plaza principal, ahora ocupada como sede del mercado municipal va y vine, los comercios que pueden abren sus puertas.

 

Los hoteles registran llenos, no hay habitaciones, pero no son turistas los que han venido, son funcionarios y empleados de las diversas secretarias o dependencias federales, incluso de empresas los que ocupan las habitaciones disponibles.

 

Están aquí para emprender la difícil tarea de regresar a la normalidad a Juchitán.

 

Foto: Jorge X. López

 

Para muchos la pérdida no se limita sólo a sus casas, también dejaron de percibir ingresos, pues se quedaron sin los insumos para continuar con sus negocios.

 

Juana Morales Vázquez vive en la sección 9, en el callejón Los Labradores, su casa, donde vivían dos familias, ahora son un montón de escombros.

 

Relató a 24 HORAS lo complicado que ha sido conseguir despensas para alimentarse, sobrellevar las lluvias que cayeron después del 7 de septiembre, y ahora no sabe cómo enfrentará la temporada de vientos en esta región, la cual dura hasta febrero.

 

Encima, perdió los materiales y utensilios con los que fabricaba totopos en el mercado municipal, y que era su medio de subsistencia.

 

La vida en Juchitán se ha vuelto difícil. En la casa de María Fernanda Sánchez, residían 10 personas, pero resulta difícil conseguir alguna de las despensas que llegan a repartir por su domicilio.

 

Foto: Jorge X. López

 

Salimos corriendo y cuando llegamos ya no hay, aquí tenemos seis niños, y uno de ellos es especial, como podemos nos acomodamos en las esquinas del terreno para que no nos pegue el aire y el frío por la noche”, expresa.

 

Dentro de la emergencia que vive este municipio, lo más grave ha sido la pérdida de su hospital general.

 

Quienes necesitan servicio médico ahora deben acudir al estacionamiento del campo de béisbol, a la salida del municipio.

 

En medio de tierra, lonas y unidades móviles de diversos estados, 350 personas, entre personal médico y administrativo atienden a quienes llegan a ese sitio.

 

Pese a ello, y aun cuando tuvo que esperar cinco días para que internaran a su hijo de 14 años, Ana Orozco Saynes expresó que la atención es mejor que cuando estaba en pie el único nosocomio del municipio.

 

 

*edición impresa 24 Horas

 

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