Las Muxes son un claro ejemplo de la manera en que las tradiciones oaxaqueñas han logrado sobrevivir al paso del tiempo, sin embargo, pocos saben de la larga historia que hay detrás de esta palabra.
Provenientes de la zona del Istmo de Tehuantepec, son una dualidad, personas nacidas como varones que adquieren un aspecto de mujer y asumen roles tanto femeninos como masculinos, siguiendo una tradición ancestral.
Desde el punto de vista social, no se trata de un hombre o una mujer, simplemente es un tercer género que cuenta con sus propios deberes dentro de la comunidad.
“Somos como un tercer género, porque al final de cuentas esto somos, no somos ni hombres ni mujeres. Somos nosotras mismas”, afirma ala agencia EFE la activista Naomy Méndez.
Desde la época precolombina, algunas muxes formaban parejas monógamas con hombres y se casaban, otras vivían en grupos y otras se casaban con mujeres y tenían hijos.
En el núcleo familiar de la cultura zapoteca, la unidad era organizada en un sistema similar al matriarcado. Los hombres se hacían cargo de cazar, cultivar la tierra y tomar decisiones políticas, mientras que las mujeres controlaban el comercio y las decisiones económicas. Por su parte, una muxe podía participar en decisiones que por lo general se reservaban para las mujeres de la familia.
En muchos casos, al morir la abuela o la madre, heredan su autoridad moral volviéndose el elemento central de la familia.
Eran las encargadas de iniciar sexualmente a los adolescentes, ya que no era socialmente aceptado que las jovencitas perdieran la virginidad antes del matrimonio.
Hasta nuestros tiempos, una muxe es considerada por su madre “el mejor de los hijos”, ya que nunca abandona a los padres en los momentos difíciles de la vida: la vejez y las enfermedades. A diferencia de los hijos heterosexuales que se casan y forman su propia familia.
Además, siguen siendo las encargadas de cuidar de los niños, ancianos, limpiar, cocinar, así como de diseñar y bordar los bellos y suntuosos trajes regionales de las mujeres, sus adornos florales para el cabello, y vestidos de gala para bodas, quince años y aniversarios.
Son tan importantes dentro de la sociedad zapoteca, que en la zona Juchitán se realiza la celebración de la “Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras de Peligro”, en la que en su honor se come, se bebe y se baila.
En los últimos tiempos, la palabra volvió a resurgir como un símbolo de mexicanidad, luego de que tras los sismos que afectaron al sur de la República Mexicana en el mes de septiembre, las muxes se dieron a la tarea de organizarse para brindar ayuda, comida y refugio a los más afectados.
“Hay gente que se acaba de aliviar (tener un hijo). Y ahora me siento angustiada por estas personas porque no tienen ni dónde estar, ni un techo, no tienen nada”, dijo a Efe Naomy.
Por ejemplo, reforzaron los puentes que tiene con colectivos LGBT de otros puntos del país y recabaron y repartieron víveres, medicamentos y ropa, entre otros productos básicos, entre las familias.
Abrieron comedores comunitarios, donde sin importar de quién se trate, atienden a todos los que se forman por horas para ser alimentados.
“Como comunidad muxe apoyamos a la gente que va caminando de pie, porque no tiene donde refugiarse”, afirma Mística Sánchez, otra muxe de Juchitán de Zaragoza quien además acoge a sus padres porque el terremoto les arrebató la casa, y lamenta que solo ha podido atender a unos 50 comensales por falta de recursos.
Los albergues están todavía llenos. Hay enfermos y ancianos y otra gente tiene miedo de alejarse (de sus casas) y dejar sus pertenencias, el refrigerador, la ropita, la televisión, porque hay ladrones que se están aprovechando”, denunció.
Pese a las carencias, “en estos momentos de tristeza, en vez de estar llorando, damos esta prioridad a la gente. Y les decimos que hay que ser fuertes, que hay que luchar porque Juchitán todavía no está muerto, está con el aliento de seguir adelante”, concluyó Naomy.
JMSJ