Mientras algunos piensan en cómo adaptarse o se debaten entre las maneras de hacerlo, otros, como Hirving Lozano, simplemente se adaptan.
Apenas es el inicio de lo que, esperamos, sea una larga trayectoria en Europa, pero lo que el apodado Chucky está consiguiendo con el PSV Eindhoven remite a un precedente para nuestro país, que es el más grande: cuando Hugo Sánchez jugaba en el Real Madrid y los mexicanos despertábamos los domingos pendientes no sólo de si los merengues ganarían, sino de la cantidad de goles que Hugo marcaría. Precedente en términos de consistencia goleadora, porque hace falta una precisión: Hugo, el que llegaría a deglutir registros goleadores nada más al alcance después para Messi y Cristiano, no sumó más que doce tantos en su primera temporada europea.
La inmensa diferencia, el verdadero reto para Lozano, estriba en lo que viene: en prorrogar esa eficacia ante la portería rival, en alargar a muchos años ese paso, en no quedar como la promesa –muy grande, sí, cada vez más– que todavía es.
De a poco los obstáculos tienden a multiplicar: sean los defensas y entrenadores rivales que le conocerán mejor, sea el propio equipo cada vez más ávido de recargarse en él y elevarle responsabilidades, sea la expectativa suscitada por sus actuaciones, sea el ya saberse de lo que es capaz y no conformarse con menos, sea su propia vanidad y el descontrol mental que inevitablemente esto supone, sea la exigencia de crecer.
Por ello, en Inglaterra suele hablarse del síndrome de la segunda temporada, el cual de alguna forma padeció Javier Hernández tras una campaña debut muy brillante.
Los primeros pasos de Lozano por la Eredivisie han sido incluso más fulminantes que los de cracks de dimensión estratosférica (Romario, Ronaldo, Zlatan Ibrahimovic), lo que no garantiza el destino, sino apenas que el camino es correcto, que el punto de partida es el ideal.
La liga holandesa resulta ejemplar como primer escalón en el continente, como formadora, como consolidadora, como afianzadora. Equipo experto en compra-venta de talentos, el PSV analizará el momento de desprenderse de Hirving, siempre que determine que ya ha multiplicado su precio todo lo posible.
Así que no sería raro que Lozano empuje por encima de los 35 ó 40 millones de dólares el listón del futbolista mexicano más caro de la historia. En lo que el Benfica rechaza ofertas por Raúl Alonso Jiménez y no emerge algún jugador nacional joven que pueda costar más, luce difícil que el conjunto de Eindhoven lo ceda por menos.
El Chucky tendrá que continuar en su línea, que es la del trabajo. Se ha adaptado velozmente a un nuevo futbol; de su adaptación a una nueva cultura, de convertirse en un deportista más total, en una persona más integral, depende que esos meses iniciales de gloria se conviertan en años.
Entre una cosa y otra, sus primeros domingos holandeses remiten a los de Hugo Sánchez a fines de los ochenta: con la emoción de lo que al otro lado del océano un mexicano hace con la pelota; con la ilusión de que lo siga haciendo por mucho tiempo más.
Twitter/albertolati
caem