A Daniel Viglietti,

latinoamericano cantor de la libertad

En el primer lustro de este siglo, auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se presentó el Informe sobre el Desarrollo de la Democracia en América Latina, en donde se daba cuenta de la expansión de la democracia en la región. No obstante, el director del Informe, Dante Caputo, afirmaba que “no hay malestar con la democracia, pero hay malestar en la democracia”.

 

La referencia viene a cuento por los resultados presentados en el estudio de Latinobarómetro 2017, realizado por la Corporación Latinobarómetro que dirige la chilena Marta Lagos, que presenta conclusiones similares, con 13 años de diferencia, pero que llaman a alerta por el desencanto que se percibe en América Latina en relación a la calidad de la democracia y sus satisfactores.

 

De acuerdo al estudio que ha acompañado la evolución política y económica de América Latina desde 1995, “el lento declive de la democracia es invisible, como la diabetes, podemos constatar la existencia del problema, pero salvo excepciones, los países no acusan síntomas que llamen a la alarma de los actores políticos y sociales”.

 

Los números son reveladores; “uno de cada cuatro latinoamericanos es indiferente al tipo de régimen”. En el caso de nuestro país, las cosas no son muy alentadoras, ya que “la mayor pérdida se produce en México”, nos dice el estudio. Entre 18 naciones de la región, México ocupa el último sitio. El 56% de los mexicanos consideró que la democracia es el mejor sistema de gobierno, pero puede tener problemas, lo que representa una caída de 15 puntos respecto del año anterior.

 

Este panorama se presenta con marcados contrastes, pues mientras en todos los países se reconoce el derecho universal del voto, se eligen autoridades y la alternancia es un fenómeno cada vez más recurrente, la discriminación persiste, las desigualdades ante la justicia son aún la constante, la pobreza se extiende y el trabajo informal se multiplica. Esta situación no sólo genera escasa cohesión social, sino malestar hacia la política que puede ser caldo de cultivo para reacciones contrarias a la democracia.

 

“Estas enfermedades que sufre la democracia, como la diabetes, señala el informe de Marta Lagos, no han producido suficientes voces de alarma para generar políticas públicas con el fin de contrarrestarlas. Y ésa es, quizá, la más problemática de las conclusiones, como se aborda esta democracia diabética que tiene la región”.

 

El escenario se complica aún más con respecto a las expectativas económicas que vislumbran los latinoamericanos, a la que califican con promedios de 39% como mala, frente a 14% que la evalúa de manera más optimista. En ese escenario, México ocupa uno de los últimos lugares, sólo por encima de Venezuela y Brasil, con 8% que considera como buena o muy buena la situación económica del país.

 

La conclusión del estudio es que hay “una disociación entre dos mundos: el de la economía y el del poder político”. “La economía va bien para un lado y la democracia va para otro”. “La región es bipolar: hay éxito económico y pobreza, lo económico avanza y los valores caen”, concluye Marta Lagos.

 

Esta situación obliga al Frente Ciudadano por México a retomar el debate sobre la necesidad de implantar mejores mecanismos y políticas públicas para fortalecer la democracia y hacerla sustentable.