Otro síntoma del exotismo y la excepcionalidad de nuestro futbol, nadie duda que lo único más complicado que tener un torneo de copa al año, que incluye la más tediosa fase de grupos, es tener dos.

 

Claro, ciertos países en Europa han integrado con éxito a su calendario certámenes de Copa y de Copa de la Liga; por ejemplo, en Inglaterra cohabitan en diferentes momentos del año la FA Cup y la ahora llamada por patrocinio Capital One Cup. Las diferencias, son embargo, son evidentes. Sobre todo, porque quien las organiza y se beneficia económicamente de ellas, no es el mismo, lo que desemboca en el desarrollo de futboles de otros rincones y niveles. También por su origen: la FA Cup creó ese concepto de competición ya siglo y medio atrás (el periodista y jugador Charles Alcock fue el gran innovador en 1871), al tiempo que la Copa de la Liga nació a fines de los cincuenta para que los clubes pagaran la iluminación colocada a sus estadios.

 

¿Cuál sería el patrón que las diferenciaría como copas de toda liga? La eliminación directa, el premiar al mejor del día y de ninguna forma al más consistente del año, el saltar a la cancha con un borrón y cuenta nueva de 90 minutos, el nocaut como se insiste en apodar al torneo en España, la perspectiva del todo abierta a sorpresas.

 

No digo nada nuevo a 4 años de que este formato se utilizara para relanzar la copa en México, pero quizá por eso nuestras dos ediciones anuales se mantienen pálidas, con estadios vacíos, parches estorbosos en un calendario que de por sí ya no da de sí, con apenas interés para criticar al club que ahí cayó y sin ninguno para elogiarlo si prosperó.

 

Para los equipos con cierto presupuesto, de nada sirve un semestre en el que nada más se obtenga la copa, aunque conquistarla acompañada de una liga, en forma de doblete, sí supone mucho más. En esos embrollos se debaten: dosificar piernas, soltar a nuevos valores, oxigenar al plantel, para que por andar persiguiendo copas no se queden limitados o perjudicados en la prioritaria liga –como el Atlas, con la horrorosa lesión de Óscar Ustari.

 

América y Monterrey disputarán una semifinal. Dados los alcances de sus respectivos proyectos y lo que la afición espera de ellos, levantar el título les representara un pequeño paraguas: en caso de no coronarse en liga, algo de la lluvia podrán contener, pero de ninguna forma dejarán de mojarse bajo acusaciones de fracaso.

 

Twitter/albertolati

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