Carles Puigdemont me recuerda al antagonista de una telenovela que, al final, gana.
El ex Presidente catalán ha protagonizado los hechos más rocambolescos en toda la historia de la democracia española.
Ahora que se encuentra en Bruselas bajo libertad vigilada, realiza una vida normal, mientras el resto de su ex gabinete está encerrado en dos cárceles de Madrid.
Lo que hizo el antiguo Presidente catalán es un hecho gravísimo. Se enfrentó al Estado de Derecho queriendo arrinconarlo. Proclamó una República, la catalana, que nunca existió. Pero lo peor de todo es que jugó con los sentimientos de todos aquellos que se sienten catalanes y no españoles.
Pero su traición también se produjo al tirarse al vacío del independentismo, mas en paracaídas, mientras que el resto de sus seguidores lo hicieron a pelo y, ¡claro!, terminaron en la cárcel. Él llevó el estandarte de la independencia, incluso arriesgo de prisión como dijo en alguna ocasión. Pero al final fueron todos menos él. Puigdemont no dio la cara. Huyó a Bélgica para evadir la acción de la justicia española. Y lo hizo burlando a sus propios escoltas, a sus amigos, a sus correligionarios. Se marchó hasta Marsella, manejando él mismo el coche, queriendo driblar la justicia española. Y de ahí tomó un avión hasta Bruselas.
Pero ¿por qué Bélgica y no otro país? A pesar de que en Europa existe un espacio jurídico común emanado del Parlamento Europeo, lo cierto es que en Bélgica no están tipificados los delitos de sedición y rebelión. Por eso la jueza Lamela, que fue la que dictó la orden europea de búsqueda y captura de Puigdemont, también agregó los delitos de malversación de caudales públicos, prevaricación y rebeldía.
Bélgica, además, plantea controversias con España a nivel jurídico. De hecho, cuando la organización terrorista vasca ETA estaba en plena actividad, muchos terroristas se refugiaban en Bélgica con abogados que simpatizaban con la causa independentista vasca y dilataban los procesos consiguiendo, en algunos casos, que no se llegara a extraditar a ningún terrorista. Y, ¿por qué ha escogido el idioma flamenco, el neerlandés para su procedimiento judicial, en lugar del francés, lengua que Puigdemont habla perfectamente? Porque parte de la población flamenca siempre tuvo cierto aire de independencia con respecto al territorio belga. Posiblemente los magistrados de Puigdemont y el propio juez pudieran simpatizar con la causa independentista catalana.
Dice el ínclito Puigdemont que no se fía de la justicia española, y por eso se queda en Bélgica.
Este hombre es una contradicción en sí mismo y se aprovecha del desarrollo democrático español, que es modelo en casi todo el mundo. Tanto es así que él va a ser cabeza de lista y candidato a las elecciones autonómicas en Cataluña el próximo 21 de diciembre. Tanto se aprovecha de la democracia española, que puede hacer campaña en el exterior. Este señor, Carles Puigdemont, que está acusado de cinco delitos, todos ellos muy graves, puede ser candidato de nuevo a la Generalitat de Cataluña y puede convertirse otra vez en Presidente catalán. Claro que si eso ocurre, antes de pasar por Barcelona tendría que pasar por Madrid para rendir cuentas ante la Corte Suprema de Justicia, por los delitos cometidos.