La consigna indispensable para todo partido amistoso: vale más perder aprendiendo que ganar sin hacerlo.
De ninguna forma una incitación a la mediocridad o autocomplacencia, máxime cuando al fin México disputará este viernes el primero de dos genuinos retos en cotejos de preparación; mucho menos preparar de antemano el terreno para una derrota. Es sólo que no podemos dejar de ver lo relevante: que a medio año del Mundial, es urgente hallar en este Tri una cara reconocible, el verdadero impacto de un proyecto que ya tiene más de dos años de antigüedad, la sensación de que se consolida un colectivo. Si el camino para ello es una derrota, bienvenida, por mucho que prefiriéramos tener la capacidad de hacernos mejores incluso venciendo.
Bélgica representa un sinodal idóneo. Acaso uno de los tres o cuatro planteles más poderosos hombre por hombre que puedan encontrarse, no dudo que hoy dispone de mayores recursos que potencias como Argentina o Italia. Al margen del poderío de nombres como los de Hazard, De Bruyne, Courtois, Lukaku, Kompany, Batshuayi, Witsel, Dembélé, Naingolan, Mertens, Meunier, Fellaini, Carrasco, Benteke, Alderweireld, es un grupo muy consolidado, con un concepto muy definido y trabajado.
Marc Wilmots fue despedido como seleccionador tras la Eurocopa pasada, por no haber sabido sacar mayor provecho a esta generación. Perder con Argentina en cuartos de final de Brasil 2014 y luego con Gales en la misma ronda de la Euro 2016, mostró a los directivos que se estaba desperdiciando la mejor camada que esta tierra haya visto. Sobre todo porque existía la sensación de que estaba amarrando atrás a un plantel hecho para atacar, aferrándolo a un juego físico cuando abunda en elementos virtuosos. Así llegó al puesto Roberto Martínez, español que hizo destacable carrera como entrenador en la Premier League.
Bélgica, a la par de presumir esos nombres, puede hacerlo del futbol exhibido en la última eliminatoria. Nada más Alemania consumó un clasificatorio más impecable con sus diez victorias en diez partidos; los belgas, con un promedio de 4.3 goles anotados por juego, sólo concedieron un empate –los críticos o no convencidos insisten que en un grupo muy sencillo.
Compromiso serio para el Tri. Ocasión idónea para aprender, reforzar lo que funciona y descartar lo que no…, aunque nunca es descartable algo mucho más grave, síntoma ya mostrado por esta selección tras los dos fracasos que acarrea cual lápidas (las goleadas a manos de Chile en 2016 y de Alemania en 2017): no aprender, o de hacerlo no evidenciarlo corrigiendo el proceso, pese a las caídas.
Twitter/albertolati