Ante cada una de sus borracheras de egolatría, la conclusión pública suele ser la misma: “¡Es Zlatan!”, concediendo al gigante sueco una tolerancia negada en rotundo a los demás.
Si condiciona su estadía en París a que sustituyan la torre Eiffel por su estatua, si declara que el Mundial no valdrá la pena porque él no participará, si se adelanta a un gigante como el Mánchester United para él mismo publicar en dónde jugará: “¡Es Zlatan!”, manera de reírnos, hacer una excepción y no tomar tan en serio a quien a veces lleva a su personaje hasta la auto-parodia.
Sin embargo, lo del lunes pudo resultar doloroso o, por decir menos, incómodo, para sus ex compañeros de la selección sueca que derrotaron a Italia: luego de conseguir la mayor sorpresa de este proceso eliminatorio y devolver a Suecia a un Mundial tras dos ausencias, ver la foto del plantel encabezada por el mensaje “Zweden”: con la Z de quien no jugó y ya se retiró del representativo, pero que con tanta facilidad despojó de reflectores a los verdaderos héroes del momento.
Tengo clarísimo que Zlatan Ibrahimovic no es el mayor megalómano que el deporte haya visto. Muy distinto, es el único sin temor para exteriorizarlo y exagerarlo. Recientemente, cuando unos niños entrevistaban a Roger Federer, alguno le preguntó por el apodo GOAT, palabra traducible como cabra aunque siglas también de Greatest Of All Time, el mejor de la historia. Ruborizado y viendo hacia abajo, dijo entre risas “No lo sé… Algunos, algunos aficionados me llaman así… Pero tenemos muchos animales en Suiza y las cabras son parte de las criaturas que tenemos, sí”. ¿Qué piensa de sí mismo el máximo ganador de Grand Slam de la historia? Imposible especular, nunca lo dirá con plena sinceridad en público.
Lo de Zlatan remite más bien a la verborragia de Muhammad Ali, a esos gritos de I´m the greatest!, a ese desafío a un rival a decir su nombre cada que le endosaba un puñetazo, What´s my name!?, What´s my name!? Remite también a Ali en el asumir que, muy en el fondo, el personaje no se toma tan en serio esa vanidad…, o sí se la cree, o sólo un poco, la idea es que dudemos.
La gran diferencia respecto al boxeador, es que ese Zlatan, hacedor de goles inconmensurables, con uno de los palmarés más llenos de la historia, ganador nato, líder dentro y fuera de la cancha, no ha sido siquiera el mejor de su generación y mentirá quien lo acerque al debate de los quince mejores de la historia.
Me agrada su personaje y me divierte esa gran capacidad para cultivarlo. No tanto como su genialidad con el balón y su imponente presencia en la cancha, pero me sumo incluso a la concesión de “¡Es Zlatan!”.
Frase que esta vez es difícil conceder. Tanto, que cuesta imaginar si al plantel sueco le gustaría tenerlo como capitán del barco en Rusia 2018, cuando la grave lesión haya quedado atrás y sea evidente que puede aportar la calidad que nadie más en su país ofrece.
El rey de la jactancia se ha extralimitado: de suprimir al colectivo con su individualidad, ha pasado a suprimir a un colectivo al que no pertenece.
Twitter/albertolati