“Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor momento”, explicaba el escritor británico William Somerset Maugham. Algo así como con los árbitros (o, para ser precisos, parte de los árbitros) en México: tan sobrados de sí mismos, tan aferrados a no prepararse, tan renuentes a la disciplina, tan prontos para la excusa, negados tanto a ser probados como a admitir si su nivel no es el óptimo.
Por si no fuera lo suficientemente pesada la crisis mundial que padece hoy el arbitraje (basta con ver la última semana de las eliminatorias, aunque también cualquier liga, rica o pobre, del planeta), los silbantes de nuestro país se obstinan en añadirle una crisis particular.
Así como fue comprensible y hasta provocada la drástica decisión de ir a huelga de unos meses atrás, parece absurda la amenaza actual. Entonces había sido desafiada la mayor de sus fortalezas que es, calidad y personalidad al margen, la autoridad. Con los castigos mínimos otorgados a quienes les habían agredido físicamente, se daba carta abierta a que se les faltara al respeto, se les dejaba desprotegidos, se les aventaba a los leones.
Por ello en aquel momento, numerosos medios de comunicación coincidimos en que ese caos había provenido desde la Comisión Disciplinaria y la Federación mismas. Caso opuesto, hoy sólo se les exige lo que se les tiene que exigir y nada más que eso: trabajar, garantizar una forma física que les permita cumplir con su trabajo, seguir los programa de instrucción que, les agraden o no, les son indicados.
Queda claro, y no es tema nuevo, el afán de superación ha desaparecido entre algunos de los árbitros de mayor trayectoria. Cómodos e intocables, a la mano tienen la solución de la huelga y el precedente de cuando, por motivos tan distintos, pararon nuestro futbol.
Edgardo Codesal ya habló a inicios de este año de que su confrontación con el gremio obedecía a las resistencias a trabajar con que se había topado. Arturo Brizio, personaje congruente, imposible de manipular y a quien los árbitros tienen muchísimo que aprender en todo sentido (en la cancha y fuera de ella), ahora se encuentra con esa pared. Su decisión como líder no ha sido la fácil sino la indicada: no considerar para la última jornada del campeonato a quienes reprobaron las pruebas, por célebres y poderosos que resulten los nombres.
¿Qué va a seguir? Difícil saberlo, aunque nada es descartable. Sin embargo, si los árbitros desean romper con el círculo vicioso del que no salen desde hace más de un año, su único camino es la preparación.
Parece increíble, pero a la crisis mundial del arbitraje de la que obviamente México es parte, continúan añadiendo una crisis nacional: ¿pruebas físicas? Para qué: algo que sólo responde quien cree que siempre está en su mejor momento; a decir de Somerset Maugham, algo que sólo responde el mediocre.
Twitter/albertolati