Anda por estas tierras el veterano Noam Chomsky, un muy importante lingüista que se convirtió hace ya varias décadas en un muy leído analista político. A sus 88 años, no ha perdido condiciones: sigue transitando con extraordinaria facilidad del lugar común pegador a la teoría complotista más desmesurada, al extremismo progre revestido de lamentos por la inexistencia de una verdadera democracia, sin esfuerzos aparentes. Pero así, nada menos, es como ha logrado hacerse de una amplia clientela entre el bienpensar de todo el planeta. La primera espada de lo antisistema, el zar del anti capitalismo, conoce bien el mercado.
En su rueda de prensa, muy breve, explicó lo que ya muchos han explicado: que el arribo de Trump se debe al abandono que han sufrido los blancos pobres o al menos empobrecidos de los EE UU, esos que han visto caer su nivel de vida al punto de que están sostenidos con hilos, en el mejor de los casos, del estrato clasemediero bajo. Nada nuevo, pues, como no es nueva la analogía con Hitler y Mussolini, que, nos recuerda también con lealtad irrestricta al cliché, supieron agitar también el odio al otro, el odio racista, la xenofobia. Hasta ahí, don Noam se vio sobre todo inofensivo. Light. Me tienta decir que con cierta hueva mental.
Pero el tigre viejo también tira zarpazos, y Chomsky lo ilustró ayer claramente cuando dijo que el capitalismo estaba destinado a autodestruirse, ai momás. Nada que deba sorprendernos. No importa lo grave que sea una violación a los derechos humanos en una dictadura, lo descarada que sea la contravención a los principios democráticos en una cuasi dictadura o lo monstruoso de un genocidio en un experimento utópico de izquierdas, mister Chomsky siempre nos recordará que en realidad los medios occidentales manipulan nuestra opinión (no, no nos trata como a personas inteligentes), y que la verdadera tragedia es la falsa democracia occidental, esa puesta en escena. Así con Cuba, así con Venezuela, así con el régimen comunista camboyano. Así ayer, indirectamente.
Chomsky vino a un encuentro en la UNAM. Me gustaría decir que en mi alma mater alguien levantará por fin la voz para cuestionar al menos alguno de sus muchos disparates. Sospecho que le van a aplaudir a rabiar, y punto.