Cuando el próximo 21 de diciembre los catalanes acudan a votar en las elecciones autonómicas en Cataluña, sabremos realmente el alcance que tuvo la aventura de la independencia.
El ex presidente Carles Puigdemont y una parte del independentismo catalán siguen sosteniendo que, al menos, la mitad de la ciudadanía catalana quiere la independencia. Sin embargo, según los últimos sondeos de opinión, los bandazos de proclamar la independencia y luego decir que fue algo simbólico y la crisis económica que ha generado, han dado lugar a que la fuerza de la independencia en Cataluña se haya difuminado.
Más de la mitad del antiguo Gobierno catalán sigue en prisión, y Puigdemont y cuatro ex consejeros permanecen escondidos en Bruselas alargando los tiempos de cara a una extradición a España.
Pero también dichas votaciones servirán para ver el pulso de la política española, y especialmente para tomar la temperatura al gobierno de Mariano Rajoy.
Es cierto que cuando llegó al poder en 2012, la economía española estaba en una situación calamitosa; había casi 27% de la población desempleada y la corrupción política se evidenciaba por todos lados. Hoy, la economía empieza a sanearse y el desempleo ha descendido significativamente. Eso sí, el empleo que se ha creado es tan precario que casi no se puede cuantificar.
Del total de trabajadores que hay en España, más de 25% percibe menos de mil dólares. De ellos, una mayoría no llega a los 500 billetes verdes. ¿Qué ha ocurrido? Se ha creado el nuevo pobre. Son familias que con el salario que perciben no tienen ni para la renta del departamento. Por eso los comedores sociales siguen llenos.
Las familias, los abuelos, los tíos hacen el resto. Si no fuera por las ayudas familiares, la pobreza en España sería mucho más seria.
Existe otro factor que resulta determinante. La corrupción no sólo no ha disminuido, si no que ha aumentado a pesar de las operaciones de maquillaje con detenciones o ingresos en prisión de algunos líderes políticos.
Pero el ciudadano terminará castigando al Partido Popular de Rajoy, y lo hará entre otros motivos porque este partido ha rezumado corruptelas tanto de antiguos como de nuevos indigentes. Eso, en un país cansado de pagar impuestos un día sí y otro también, termina por pasar una factura importante.
Muchos dicen que Rajoy tardó en reaccionar en la cuestión independentista de Cataluña. Tal vez no debería haber dejado que Puigdemont llegase tan lejos, sobre todo porque abre el telón de que otra Comunidad Autónoma pueda hacer lo mismo en un futuro.
Aunque la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española –por el que el Gobierno Central toma las riendas de Cataluña- tardó en llegar, pudo frenar la sangría de empresas catalanas que se estaban marchando a otros puntos de España. Pero tal vez llegó tarde porque el enfermo sigue desangrándose, a pesar del torniquete que se le ha practicado.
El turismo, el comercio, el empleo en Cataluña han caído en picada. Y eso, muchos no se lo van a perdonar al presidente Rajoy.
La primera prueba de fuego serán las elecciones autonómicas del próximo 21 de diciembre. Veremos si no es el principio del fin del independentismo, pero también del gobierno de Rajoy. Los dos han caído por un precipicio. Habrá que ver quién sale menos golpeado.