A Estrella Roja y Partizán de Belgrado los ha separado casi todo desde que nacieron, junto con la noción de Yugoslavia, tras la Segunda Guerra Mundial.
Su procedencia (el Partizán era operado por el ejército; el Estrella Roja por el Ministerio del Interior y la Juventud Anti-Fascista). Sus posturas políticas (los ultras del Estrella Roja, los Delije, celebraron la independencia serbia; al tiempo, los Grobari del Partizán, reclaman el dominio serbio de todo el territorio ex-yugoslavo, consecuencia de la fundación del club como factor de unión de los yugoslavos y prueba de ello su nombre escrito tanto en alfabeto cirílico como latino en el escudo). La estética del juego (Estrella Roja se asume como el brasileño de la región y por ello llama Marakana a su estadio; Partizán es más pragmático en su estilo y orgulloso de su vínculo con Rusia). Y las vinculaciones sociales que siempre cambian: la vieja rivalidad por ser bandera de la clase trabajadora.
En el llamado Vječiti Derbi o Derby Eterno, sólo un canto hermana a tan enemistadas instituciones: el atronador “¡Ratko Mladic!” que lo mismo se escucha entre los Delije del Estrella Roja que entre los Grobari del Partizán. Coros de feliz cumpleaños a cada aniversario del General, rimas sobre sus andanzas paramilitares, loas a los episodios que le han condenado a cadena perpetua en el Tribunal de La Haya.
No parece casual que la última aparición en libertad del apodado “Carnicero de Bosnia” fuera en un partido de la todavía llamada selección yugoslava (ya sólo incluía a jugadores serbios y montenegrinos) en marzo del año 2000. Buscado por autoridades de todo el mundo tras la masacre de Srebrenica (enclave bosnio-musulmán en el que, pese a la presencia de Cascos Azules de la ONU, asesinó a más de 8,000 personas), Mladic pudo acceder al Estadio del Partizán y observar la victoria de los locales sobre China con gol de Pedja Mikatovic.
Si Zeljko Raznatovic Arkan había reclutado entre los Delije efectivos para consumar limpiezas étnicas (en alguna celebración del Estrella Roja hasta mostró a las gradas la señalización de una aldea croata arrasada por sus huestes) y luego fue dueño del club Obilic. Si Radovan Karadzic, líder de los serbios de Bosnia también condenado por genocidio, fue visto en partidos de futbol italiano mientras estaba prófugo y trabajó como asesor del FK Sarajevo. Si Slobodan Milosevic, otro procesado en La Haya, priorizó el manejo de los hooligans balcánicos cuando fue el último presidente de Yugoslavia y después el primero de Serbia. Si Franjo Tudjman, primer mandatario de la Croacia independiente, cambió el nombre del Dynamo a Croacia-Zagreb para hacer patria en la cancha… Entonces nada de qué sorprendernos.
El monstruoso Mladic ha sido condenado, pero en algunos mercados de los Balcanes se continuarán vendiendo camisetas con su rostro. En cuanto a los dos principales estadios de Belgrado, lo único que acercará a los contendientes del Derby Eterno será ese canto en honor de un genocida.
Twitter/albertolati