Pensé que lo había visto todo, al menos en la televisión, hasta que en la última edición de Mipcom -la mayor feria del sector audiovisual en el mundo, que se celebra anualmente en la ciudad francesa de Cannes-, los daneses presentaron su novedoso “reality show” titulado Pregnant with a stranger o Embarazarse con un desconocido.

 

En el programa deben participar mujeres sin pareja ansiosas de convertirse en madres solteras. Para cumplir su deseo deciden recurrir a una inseminación artificial con semen de donante. Todo ello, por supuesto, delante de las cámaras de televisión y cientos de miles de espectadores. Algún día habrán de responder a sus hijos las preguntas sobre su insólita venida al mundo.

 

Ya el muy particular formato (también proveniente de Dinamarca) Casados a primera vista traspasaba -a mi modo de ver- los límites. El experimento consiste en armar varias parejas entre un grupo de extraños. Se dan cita delante del Juzgado de Registro Civil y se casan… ¡minutos después de haberse conocido! Luego se van un mes de luna de miel, y eventualmente toman la decisión de seguir su vida juntos. Escenas de intimidad arrastran ante las pantallas a masas de espectadores. ¿Será ésta la fórmula del matrimonio ideal? Lo dudo mucho.

 

Hace poco, la prensa nos informó que una de las mujeres “llevadas al altar” en Casados a primera vista sufre un auténtico drama, ya que su marido seleccionado para ella por un grupo de “expertos” le aseguró que no le parecía suficientemente seductora y que, en realidad, no se sentía maduro a nivel emocional para una relación formal. Sólo podemos deducir que simplemente tenía ganas de echarse un lujoso viaje a una isla paradisiaca con cargo a la televisora que emite el show. Pero en el reverso de este juego perverso existe una joven de carne y hueso que soñaba con ordenar su existencia.

 

En cuanto a la nueva idea danesa presentada en Cannes, es altamente probable que atrape y fidelice a la audiencia, primero en Dinamarca y posteriormente en muchos otros países. Siendo sincera, esto me pone a temblar. No porque las participantes expongan al público las angustias más íntimas relacionadas con la gestación de su bebé, lo harán -supongo- bajo la atenta mirada de psicólogos profesionales. Me acongoja, en primer lugar, el destino de los verdaderos héroes de estos productos audiovisuales: los niños.

 

A ellos nadie les pide permiso, nadie se pregunta qué sentirán al enterarse cómo vieron la luz por primera vez y que sus madres convirtieron en un espectáculo la faceta más entrañable de su vida privada.

 

¿Hasta dónde llegará la espiral de la creciente transgresión de los “reality shows”, esta transgresión que engancha, provoca el morbo y hasta pena ajena?

 

Tal parece que para prolongar su existencia, este género nacido en Suecia hace 26 años se ve obligado a centrarse en lo más chocante de la naturaleza humana. Cada edición debe ser más grotesca que la anterior, más cargada de emociones negativas.

 

Sólo de nosotros depende cuándo y dónde poner “un hasta aquí”.