Hay quien asegura que con tantas acusaciones encima, Donald Trump ya no carga los peregrinos. Pero también decían que era como la Semana Santa, que caería entre marzo y abril, y nada.
Por eso es que no hay que esperar que el milagro del impeachment salve la relación entre México y Estados Unidos.
Es posible que el mundo se le venga encima al Presidente de Estados Unidos por sus posibles vínculos con Rusia y una eventual obstrucción de la justicia, pero sus políticas nacionalistas y populistas serían seguidas al pie de la letra por aquél al que bien podrían decirle el mátalas callando, el vicepresidente, Mike Pence.
Por eso, por ejemplo, en materia de libre comercio, la apuesta no tiene que ser esperar a que caiga Trump, sino que desde las entrañas de la Unión Americana convenzan a los negociadores del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de lo conveniente que resulta mantener a México y a Canadá como socios cercanos.
Por lo pronto, podemos esperar una tranquila y feliz Navidad en la que no tengamos el tema de la renegociación entre los tres países firmantes del TLCAN.
Ya suficiente tendremos con la política interna con los procesos de elección de candidatos y con conocer propuestas de locura como ésa de andar perdonando delincuentes. Y desde el exterior, el propio plan fiscal de Donald Trump que obligará al menos a meter el tema de los impuestos en México a las campañas y a las primeras decisiones de la siguiente legislatura.
La tregua navideña de la renegociación del TLCAN termina el 23 de enero, cuando en Montreal se vuelvan a ver las caras los jefes negociadores de México, Estados Unidos y Canadá, y entonces sí tengan que llegar a las primeras grandes definiciones.
Lo que hay que negociar es una gran obsesión del Presidente de Estados Unidos con los déficits comerciales.
El principal resultado negativo lo tiene con China, pero frente a ese país asiático es un tierno y obediente corderito, por eso muestra su faceta de león frente al débil socio del Sur.
De entrada, no le entiende a eso del déficit comercial, no puede ver que el hecho de que los estadounidenses puedan comprar más que los mexicanos tiene un lado virtuoso al tiempo que un problema de falta de ahorro interno.
Como no se puede negociar con una persona tan dogmática e ideática, la apuesta debe ser a que los que dentro de ese país sí le entienden pongan sobre la mesa del gobierno de la Casa Blanca las evidencias de lo que perderían si cepillan al TLCAN.
Apenas, esta semana, un grupo de seis senadores republicanos fue a la Casa Blanca a tratar de explicar a Trump sobre lo negativo para su país que resultaría terminar con el acuerdo. Lo hicieron justo ahora que el Presidente necesita apapachar a todos los republicanos para que respalden su plan fiscal, que es, de hecho, su única estrellita en la frente.