En épocas en las que hay video de todo (accidentes, atentados, torpezas, acosos, tragedias, simplezas), los vestuarios del futbol se mantienen como lo que de origen fueron: territorio vedado al ojo público.
Acaso alguna foto de celebración en redes sociales, acaso algún discurso previo a algún gran partido, acaso algún elemento que logre escapar de esa barrera, pero lo común es que nos enteremos poco y mal de lo que en esos intestinos bajo la cancha acontece.
El derbi de Mánchester del pasado domingo terminó en trifulca en la zona de camerinos. Si el City festejó en exceso, si el United no supo digerir la derrota, si se agredió verbalmente a Zlatan Ibrahimovic, si Mourinho se propasó en sus gritos al portero Ederson, si las botellas que volaron, si Pep Guardiola asegura que esa celebración no fue exagerada, piezas que nunca completarán la realidad (y, ante eso, cada bando lo hará desde sus colores).
Esto me lleva al origen del término Cámara Húngara, aquella bronca entre Brasil y Hungría tras los cuartos de final del Mundial de Suiza 54 (episodio que, fuera de México, suele conocerse como Batalla de Berna). Los magiares se habían impuesto en un partido por demás caliente (el árbitro, Arthur Ellis, declararía textual que se comportaron como animales), pero lo peor vino después: botellazos, consecuentes puntos de sutura y la falta de sensatez de los organizadores al apagar la luz del vestidor pensando que así terminarían con el problema –lejos de eso, a obscuras, teatro del absurdo instalado en el WankdorfStadion, se dieron todos contra todos hasta que se cansaron.
¿Quién estuvo en ese vestidor? Aparentemente jugadores y directivos mezclados con aficionados, pero por siempre esa historia estará envuelta en misterio. Tanto que la máxima estrella Ferenc Puskas, aparentemente quien propinó el botellazo a Pinheiro, no sería castigado al carecerse de pruebas.
De 1954 a 2017 ha cambiado casi todo en cuanto a acceso a imágenes, pero no tanto en lo que respecta al aislamiento, casi religioso, de un vestuario. Lo que pasó en Old Trafford se quedará en Old Trafford, como entonces lo que pasó en Berna se quedó en Berna.
Ya después podemos hablar mucho del duelo Mourinho-Guardiola que tardó un año en estallar en Mánchester (lo de la temporada debut fue una especie de paz armada), pero la Premier League, tan preocupada por cómo se proyecta al planeta, tiene un problema aquí. Problema que ocupa encabezados y fomenta su posicionamiento como líder mundial, aunque no como este certamen quisiera.
Por todo ello, se abren dos vías: sanciones ejemplares o la más pronta omisión. Seguramente el tema se zanjará con una mezcla de esos dos caminos.
Sin importar las multas o suspensiones, mucho más no sabremos. En el fondo, tan distinto no es el futbol de nuestros días que el de esa post-guerra en Europa central.
Twitter/albertolati