La académica de la UNAM, Ana Paulina Gómora Figueroa, estudia desde hace un año, la manera de convertir el dióxido de carbono (CO2) en piedra, para combatir la contaminación.
El proyecto tiene como objetivo resolver el problema de este gas que en pocas décadas se ha incrementado de 0.3 a 0.4 gramos en cada litro de aire que hay en la atmósfera, contribuyendo al calentamiento global.
La profesora de la Facultad de Ingeniería, analiza en qué basaltos (roca volcánica) se puede inyectar ese gas de efecto invernadero, ya que en México es viable la transformación de roca ígnea volcánica como método de almacenamiento permanente de CO2.
El proceso para lograr esta transformación, consiste en disolver dióxido de carbono en agua, la cual se vuelve ácida, y luego se inyecta en el subsuelo, en donde reacciona con el basalto, que de roca ígnea se transforma en sedimentaria, explicó en un comunicado de la máxima casa de estudios.
Gómora Figueroa mencionó que, después de más de 15 años de investigación, en Islandia lograron almacenar el compuesto químico en rocas basálticas.
En el mundo, agregó, hay ocho puntos con gran cantidad de basaltos y el territorio nacional es uno de ellos, particularmente en la Faja Volcánica Transversal Mexicana, que va del Océano Pacifico al Golfo de México que es rica en roca ígnea.
Para realizar el proceso de mineralización, el basalto se coloca en agua con burbujeo constante de dióxido de carbono. El siguiente paso es realizar el mismo proceso en el laboratorio, empleando celdas a altas presiones y temperaturas.
Se presuriza y calienta el basalto, agua y CO2 en la celda sellada, y después de días, se analiza qué tanto se transformó la roca.
“Nos interesa que el dióxido de carbono diluido en agua pueda viajar a través de los poros y fracturas de la roca, que no se quede en la superficie”, indicó la investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En caso de que a nivel experimental se pueda almacenar CO2 en basaltos del país, será necesario contar con patrocinadores para explorar el potencial del subsuelo mexicano.
Así como saber en qué zona se puede inyectar (cercana a una fuente generadora de ese gas), completarlo con un estudio social y legal e incluir la participación de la población, en caso de haber comunidades cercanas a los puntos de inyección, apuntó.
afh