Andrés Manuel López Obrador ha sido sin duda para sí mismo un factor negativo en sus dos intentos previos por alcanzar la Presidencia de la República.
El político tabasqueño peca de una arrogancia tal, que se muestra tal como es ante la opinión pública que sin duda ya ha reaccionado de manera negativa ante sus bravatas, insultos y desplantes autoritarios.
El candidato de la alianza Morena-Partido del Trabajo-Partido Encuentro Social se ha ganado la desconfianza ciudadana a pulso desde su “¡Cállate chachalaca!” y ahora de nueva cuenta su excesivo lenguaje se le atraviesa y enreda, en esta ocasión, cuando se declara ya ganador de la elección presidencial de 2018 y descaradamente dice que le pedirá a Enrique Peña Nieto que detenga una “privatización” que no explica ni detalla.
A la arrogancia, la soberbia y el autoritarismo se suman en López Obrador la mentira permanente al tiempo que se exalta como depositario de la honestidad y la verdad. El Peje ha mentido sobre su forma de vida e ingresos, sobre la corrupción de sus colaboradores, sobre sus valores y sobre sus adversarios, sobre su ideología y hasta sobre su familia.
La más grave mentira que repite es que es un demócrata progresista de izquierda. Ha demostrado que no cree en la democracia que es un autoritario y autócrata, que es un conservador y retrógrada que busca dinamitar las ya de por sí frágiles e incipientes instituciones democráticas de México, que desprecia las libertades de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, los homosexuales, la libertad de expresión de los medios de comunicación y las de los empresarios a competir bajo las reglas del mercado.
Político corrupto y rodeado de corruptos, López Obrador miente cuando asegura que acabará con la corrupción, pues su gobierno en la Ciudad de México estuvo marcado por los videoescándalos de corrupción de sus funcionarios más cercanos como su secretario particular y su secretario de Finanzas; y su obra más grande, el segundo piso del Periférico no puede ser auditada porque ocultó por 12 años la información sobre esa mega inversión.
Andrés Manuel López Obrador es sin duda inteligente y hábil; está apelando en su permanente campaña a ofrecer bienestar sin un proyecto real y viable, los riesgos de un gobierno populista encabezado por El Peje son reales y por más que se pretenda desmarcar sus ligas y similitudes con el chavismo venezolano son ineludibles.
Hugo Chávez, como hoy López Obrador, llegó al poder enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción del gobierno, ofreciendo respeto a los empresarios y el libre mercado, a la libertad de expresión de los medios de comunicación y a sus contrincantes y opositores.
Sin embargo, al tomar el gobierno Chávez comenzó una ola de privatizaciones, distorsionó la economía, atacó con todo a los medios de comunicación críticos con su mandato y encarceló a los opositores que lo enfrentaron.
No se ve que López Obrador vaya a actuar diferente. Igual que Chávez usará el dinero del gobierno para comprar la lealtad de quienes hoy no tienen oportunidades de bienestar como ancianos y jóvenes sin trabajo o escuela, de dónde surgirían sin duda grupos de choque para sofocar a sus críticos
Aseguran en la propaganda de Morena que “estaríamos mejor con ya sabes quién”, pero engañan sin duda; las cosas no están bien en México por la pobreza, el crimen y la violencia, pero sin duda podrían estar peor con López Obrador.
JMSJ