Dos intereses distintos, difícilmente reconciliables, con una intención en común: disponer de Neymar cuando a las dos partes les sea más necesario: al París Saint Germain en una semana contra el Real Madrid, a la selección brasileña en el Mundial 2018.
El rey Salomón lo habría resuelto dictaminando que una pierna para cada quien y una vez vista la reacción de los dos bandos (la menos dolorida, la más alarmada), hubiera concedido propiedad sobre el crack.
Desafortunadamente, eso en el futbol no funciona, porque el PSG ha dedicado al jugador la operación más costosa de la historia (unos 500 millones de dólares entre traspaso y sueldo), al tiempo que su representativo nacional recarga las perspectivas de título mundial sobre su espalda, todo un asunto de Estado en Brasil.
Dicen los médicos brasileños que lo más prudente ante la lesión que padece, es operar y que se renuncie a sus servicios por un par de meses; eso le permitiría volver con tiempo perfecto para Rusia 2018. Está la otra posibilidad que es, infiltraciones y calmantes de por medio, propiciar que actúe la próxima semana en la Champions Legue, aunque bajo riesgo de un problema físico mayor que le impida ir al Mundial.
Eso último es lo que evalúa el cuadro francés, sometido a un equilibrismo complicado: no atentar contra la inversión más grande que equipo alguno haya efectuado en el deporte, pero sin olvidar que compró a Neymar para al fin llegar a la cima europea y que eso depende, estrictamente, de remontar ante el Madrid.
Como no puede hacer de otra forma sobre un futbolista que no le pertenece y al que no le paga, la Confederación Brasileña insiste que respetará la decisión que se tome en Francia. No obstante, su primordial aliado es el propio crack, cuya voz tendrá que ser escuchada al decidirse qué procedimiento médico se sigue.
Se entiende y repite que si aceptó dejar al Barcelona, fue en buena medida por su deseo de acceder al Balón de Oro, fuera del séquito de Lionel Messi. Sin embargo, el camino más corto a ese título como mejor jugador del planeta, es ganar un Mundial.
Inevitablemente, clubes y selecciones tienden a rivalizar. Los primeros, por invertir su capital en deportistas que pueden lesionarse sin siquiera estar vistiendo su uniforme. Los segundos, por apelar a lo que más interesa a la abrumadora mayoría de los futbolistas, que es triunfar en lo máximo posible, que es el Mundial.
Decíamos antes que para Brasil ese título en Rusia 2018 es asunto de Estado. Para complicar más el tema, la coronación del PSG en Europa también lo es, pero de Qatar.
Por si faltara, emerge el omnipotente padre del 10 para desmentir a su propio entrenador: si en la tarde parisina el DT Unai Emery no descartaba la recuperación de Neymar para la próxima semana (es decir, olvidarse de la cirugía), a la noche el representante y papá confirmaba que será operado.
Twitter/albertolati
JNO