Otra vez serán unas criaturas difíciles de determinar las que se utilicen como mascotas para unos Olímpicos de verano.

Tokio 2020 ha sometido tres parejas de mascotas a votación en miles de escuelas, quedándose con la opción que aparentemente menos dice de su cultura.

La posibilidad más tradicional se basaba en el gato manekineko, con el que todos los comercios nipones suelen dar la bienvenida y desear suerte al cliente, mezclado con el Inari, deidad representada por un zorro; al tiempo, su acompañante se inspiraba en el Komainu, perro guardián que suele aparecer a la entrada de los templos sintoístas (religión predominante en Japón).

Otra alternativa se basaba en dos componentes de los cuentos infantiles nipones, que son el zorro y el mapache Tanuki, constantes también en proverbios y fábulas.

Sin embargo, los cientos de miles de votantes en escuelas decidieron de forma abrumadora quedarse con dos personajes con cierta estética de manga (las animaciones de inmensa popularidad en esta cultura, con grandísimos ojos) y vestidos con el cuadriculado que ya aparece en el logotipo del evento. Sólo en uno de los casos se aclara algún simbolismo, al explicarse que el color rosa deriva de la flor de cerezo o sakura que pinta las calles japonesas a la llegada de cada primavera.

De ahí en más, podemos decir que se apegan al Tokio moderno, tal como hicieron en su momento los pokemones Nik, Ato y Kaz en el Mundial de futbol CoreaJapón 2002.

Por alguna razón, los últimos Olímpicos de verano se han ido por mascotas complicadamente descifrables. Río 2016 apeló a un animal y un árbol, a nombre de su flora y fauna (lo mejor, en ese caso, fueron los nombres Tom y
Vinicius, por los grandes compositores del bossanova, apellidados Jobim y De Moraes). Londres 2012 también se fue por unas creaciones indeterminadas, con una cámara por ojo (igual, lo más especial, que cada cual honraba a la cuna del olimpismo y paralimpismo en Inglaterra: Wenlock y Mandeville). Beijing 2008 decidió abrir el catálogo a cinco figuras para que al juntar sus nombres se dijera “Bienvenidos a Beijing”; Bei, Jing, Huan, Ying y Ni se describieran como amuletos y se generó una amplia producción audiovisual con ellos como protagonistas. Atenas 2004 se basó en una escultura de la Grecia antigua, lo cual no gustó a los más solemnes, pensando que así se faltaba al respeto al culto de sus antepasados.

Hace falta llegar hasta Sídney 2000 (¡dos décadas antes de Tokio 2020!) para encontrarnos con lo que, en origen, solían ser las mascotas: la representación de un animal simbólico o endémico del país organizador.

Ha sido rotundo el triunfo de esta pareja de mascotas de cara a Tokio 2020. Lo siguiente será que se determinan sus nombres, quizá ahí sí con mayor peso a cierta narrativa.

Y es que incluso a través de lo que luce imposible de definir, es imprescindible relatar alguna historia que cautive.

Twitter/albertolati

JNO

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