No fue posible. Cumplido el plazo para que los candidatos a candidatos independientes obtuvieran los apoyos necesarios de la ciudadanía, María de Jesús Patricio, Marichuy, logró algo más de 243 mil firmas. No pocas, sobre todo si se piensa en la precariedad del movimiento que la apoyó para conseguirlas, pero muchas menos que las 860 y pico mil requeridas.
Es lamentable, aunque no por las razones que esgrimen algunos de sus seguidores. Dije antes aquí que me es imposible apoyar una gran parte de los modos y planteamientos del Congreso Nacional Indígena, al que representa Marichuy. Estoy convencido de que la solución a la pobreza y la marginalidad que sufren las poblaciones indígenas no pasa por evitar al “sistema”, lo que sea que eso signifique, es decir, por entender que los indígenas enfrentan un enemigo maligno y monolítico, sino por entender que el mundo es imperfecto, maleable, contradictorio, hecho de grises, y que conviene y es justo exigir un lugar en él, ese que no han tenido. Me parece que no se sostiene por ningún lado su retórica anticapitalista, en el entendido de que cualquier otra opción es más dañina, y que el culto antropologista a la tradición –no el respeto a la misma, cosa muy distinta en tanto el respeto implica discusión–, ese vicio tan clasemediero, sirve para dar cuerpo ideológico a otro tipo de injusticias, las de género por ejemplo.
Asimismo, que los dioses del dinero nos guarden también de la tiranía de lo colectivo.
Pero el hecho mismo de que Marichuy haya apostado a figurar en la boleta, como dije también antes, nos debería llevar a tenderle una mano a ella y su movimiento. Ese hecho habla de una voluntad de pertenecer al país íntegramente, de dialogar con el resto de la ciudadanía, de encontrar cauces legales y pacíficos para reclamar lo que es justo. Sería un error gravísimo negarles la posibilidad. En unas declaraciones para el portal Sinembargo, el antropólogo Gilberto López y Rivas, veterano del cliché indigenista y la simplonada antisistema, adscrito a la campaña de Marichuy, dijo que era impensable que ésta se sumara a Morena, para empezar. ¿La razón? Eso. Que AMLO es “un candidato más del sistema”.
Va aquí el emoji de ojitos levantados, sí. Ojalá que el Congreso desoya a Gilberto y voces anexas. Ojalá entienda que lo que necesita es sumarse al “sistema”, con garantías por supuesto. Y, de nuevo, ojalá que alguien les tienda la mano, lealmente, para no sé qué: la cámara, una secretaría llegado el caso. Se los debemos y nos lo debemos. Es la segunda llamada.
aarl