Semanas atrás, al iniciar la interesantísima etapa de las precampañas, decía en esta misma columna que las elecciones estaban lejos de ser una carrera de dos. A Ricardo Anaya lo podrán tachar de traidor, de maquiavélico, de protagónico, pero no de poco habilidoso para hacer política. Sabía que sería el candidato del entonces frente opositor desde el momento mismo que lo acordó con Alejandra Barrales, y sabiendo que teñía en contra a algunos de los cuadros blanquiazules más añejos. Sobre la marcha tejió alianzas, y no se puede negar que la coalición que encabeza se ha fortalecido.

Hoy en día, en ese periodo que nadie entiende, llamado “intercampaña”, Anaya enfrenta diferentes acusaciones, principalmente por lavado de dinero. Consciente de que siendo tercero, el primer paso es alcanzar al segundo, el equipo de campaña de José Antonio Meade ha enfilado baterías hacia el queretano. El más reciente episodio pone en evidencia el supuesto plagio en la presentación que expuso durante el evento en el que asumió la candidatura.
No sé si Ricardo Anaya es culpable de lo que se le acusa, ni es mi papel juzgarlo. Lo que sí sé es que se trata de un político hábil, capaz de capitalizar las circunstancias. Si la intención de sus rivales es acabarlo por nocaut, tendrán que asegurarse de que quede en la lona. Dada la fuerza que ha cobrado la campaña en su contra, la línea fronteriza con la victimización del candidato es muy delgada. ¿Cómo frenar después a un mártir en ascenso, cuando además representa la alternativa entre el odiado partido y ya saben quién?
Hoy, más que nunca, la carrera presidencial es de, al menos, tres.

De cero a cien
Mientras tanto, el equipo de campaña de José Antonio Meade confía en que el inicio de las campañas, las que se suponen “de a devis”, colocará a su candidato en posición de anotar. Es cierto que aspirantes que han iniciado en tercer sitio han podido ganar la elección, como Alfredo del Mazo en el Estado de México o el propio Enrique Peña Nieto, hace seis años. Pero también lo es que, en el equipo de Meade, les urge un combustible que los lleve de cero a cien en unos cuantos segundos.

El relevo natural en la embajada
No cabe duda de que Roberta Jacobson deja unos zapatos muy grandes por llenar al frente de la embajada de Estados Unidos en México. Pocos son los diplomáticos que se involucran con la sociedad del país al que llegan en todos los niveles, y más tratándose de representantes del vecino del Norte. Con estos antecedentes, surge el nombre de Larry Rubin como el relevo ideal de Jacobson. Representante del Partido Republicano en México, conoce nuestro país y es cercano a diferentes sectores. Diversas fuentes aseguran que tiene amplias posibilidades de ser nominado por Donald Trump, a pesar de que varios integrantes de su propio partido no le brindan su apoyo debido a su sinceridad: él sostuvo, durante la campaña presidencial, que no votaría por quien hoy ocupa la Casa Blanca y que su discurso no era la política adecuada hacia México. Sin embargo, se trata de un elemento valioso en momentos tan delicados como los que vive la relación entre ambas naciones.

JNO