En ningún sitio las camisetas pesan tanto, en ningún rubro los advenedizos escasean de tal manera, como en el futbol.
Basta con ver que a lo largo de la historia apenas ocho selecciones han sido campeonas del mundo y que no más de doce han accedido a una final mundialista. Lo mismo que en los últimos veinte años sólo dos equipos han conquistado su primera Champions League, siendo los demás monarcas de la vieja aristocracia del balón.
Dos ejemplos, utilizando tanto el certamen más relevante a nivel de representativos nacionales como a nivel de clubes, para entender algo de lo que ha acontecido esta semana en la Liga de Campeones: que al París Saint Germain no le fue suficiente con su descomunal desembolso del pasado verano, ni al Tottenham Hotspur con la práctica de uno de los futboles más brillantes del momento.
Superado el Madrid en la ida y la Juventus en la vuelta, tuvieron el acierto que más echan en falta los cuadros en vías de consolidación internacional: un grande se ocupa de ganar, mientras que el resto se limita a, en mejor o peor versión, jugar.
Eso nos permite dimensionar lo esporádicas (y, ciertamente, meritorias) que suelen ser las sorpresas. Sí, a cada temporada hay gratísimas revelaciones, aunque en el momento cumbre la historia no sólo pesa, sino que aplasta. Excepciones que confirman la regla: la Grecia de la Euro 2004, el Leicester de la Premier League 2015-16, otros casos muy puntuales, cuyo inmediato regreso a la anterior realidad separa a las dinastías (que siempre suelen volver), de las apariciones (que tan pronto se van).
El PSG seguirá gastando cientos de millones y buscando ansioso al entrenador indicado, así como el Tottenham continuará su muy encomiable cátedra del balón y apego a los principios más vistosos de este deporte, pero este jueves lo abren con dudas respecto a si eso bastará para saltar al primero de los escalones.
Rumbo a la ronda de cuartos de final, Mánchester City se acerca con un plantel tan profundo como poderoso y con un director técnico tan exitoso como experimentado. Como sea, si queda eliminado será mayor sorpresa que si se corona…, y esa es la diferencia con los viejos grandes, habituados a acceder a siete semifinales de cada diez.
¿Tanta palabrería, cuando el Tottenham estuvo a un despiadado centímetro de eliminar a la Juve con un cabezazo al minuto 90? Sí, porque hasta los postes parecen coludidos con los astros para consagrar casi siempre a los mismos.
Casi, sólo casi. Esto será maravilloso siempre que no sea absoluto y haya sitio para el casi.
Twitter/albertolati
JNO