Hace un par de días, el economista Gerardo Esquivel anunció en redes sociales que se sumaba al equipo de Andrés Manuel López Obrador como asesor en asuntos económicos. Me parece, y lo dije, una decisión digna de aplauso. Me lo parece porque Gerardo es una voz mesurada y un hombre con sólidas credenciales académicas, dos virtudes más bien escasas en esta elección en general y concretamente en Morena. Me lo parece porque la Economía no parece una de las fortalezas de su candidato, francamente. Y me lo parece por una cuestión de claridad, digamos que incluso de higiene. De congruencia.
Ya he dicho que uno de los aspectos más divertidos de este proceso electoral es el espectáculo más bien bochornoso de intelectuales o periodistas militantes, eso que llamamos “orgánicos”, retorciendo las ideas y el decoro para justificar las indignidades de su candidato al tiempo que intentan mantener una apariencia de pensamiento independiente. Es una plaga que se extiende a las tres coaliciones, pero que, me parece, es particularmente aguda en Morena.
Nadie podrá acusar de eso a Gerardo. Quienes lo seguimos tenemos claro que cree en el proyecto de Obrador, que ha defendido contra viento y marea. No coincido con él en esa defensa, como creo haber dejado asimismo claro, pero desde luego que su apuesta es perfectamente legítima. Un intelectual necesita, digan lo que digan, una cuota de independencia del poder político para mantener una voz realmente crítica. No son compatibles la militancia, el activismo, la adscripción a un movimiento o partido, con una libertad analítica plena. Pero el intelectual puede cambiar su apuesta en pos del bien común, sin ningún demérito. Eso es lo que ha hecho Gerardo: una apuesta fuerte y con las cartas en la mesa. El intelectual que sin duda ha sido, ese duro polemista de TV y ese articulista estructurado, incisivo, se mueve claramente a otras posiciones, y bien está. Ojalá que otros de sus colegas y compañeros de ruta sigan el ejemplo.
Dicho sea de paso, el camino hacia la integración orgánica en un movimiento o estructura de gobierno de ninguna manera es un camino solo de ida. De Vasconcelos, a Vargas-Llosa, a Ezra Pound, a Arthur Koestler, son muchos, a izquierda y derecha, los que han viajado a ese mundo ríspido y competitivo –muchas veces, casi todas, escaldados– y vuelto con naturalidad y solvencia al debate libre de las ideas. Gerardo, sobra decirlo, tiene ganado su puesto.
JNO