El Papa Francisco pidió hoy perdón por los católicos que usan a las prostitutas, aseguró que son “criminales” porque “torturan a las mujeres” y lamentó que la explotación femenina esté tan arraigada que ningún feminismo ha logrado cambiar esta cultura.
El sumo pontífice habló en estos términos en un diálogo abierto con los 300 delegados participantes en el “pre-sínodo”, una cumbre mundial que reúne a jóvenes de los cinco continentes para analizar sus inquietudes y encontrar respuestas a sus desafíos.
En el auditorio del Colegio “María Mater Ecclesiae”, una residencia para seminaristas y sacerdotes ubicada al oeste de Roma, el pontífice respondió a las preguntas de varios jóvenes, entre ellas Blessing Okoedion, nigeriana y exvíctima de trata de personas en Italia.
En un imperfecto italiano y con voz temblorosa, ella cuestionó cómo es posible que sean católicos, bautizados y que, incluso, asisten a las parroquias, la mayor parte de los clientes de las prostitutas.
“Me pregunto y te pregunto la Iglesia, aún demasiado machista, ¿está a la altura de cuestionarse con verdad sobre esta alta demanda de clientes?”, apuntó la mujer, provocando un espontáneo comentario de Jorge Mario Bergoglio: “La pregunta es sin anestesia”.
“El problema es grave. Quiero pedirles perdón a ustedes, a la sociedad, por todos los católicos, los bautizados que cometen este acto criminal”, replicó, interrumpido por los aplausos de los presentes.
“Y, por favor, si un joven tiene esta costumbre, ¡la corte, eh! Es un criminal el que hace esto. Pero padre, ¿no se puede hacer el amor? No, esto no es hacer el amor, esto es torturar una mujer. No confundamos los términos”, siguió.
Advirtió que todo nace de “una mentalidad enferma”, aquella según la cual “la mujer debe ser explotada” y constató que ningún feminismo ha logrado sacar esa convicción de la conciencia más profunda y del imaginario colectivo.
Más adelante recordó una visita que cumplió tiempo atrás a una casa donde reside un grupo de víctimas de trata y contó algunas de sus historias, como la de una muchacha raptada en Moldavia que fue conducida a Roma en el baúl de un auto y atada toda la noche.
Cuando estas mujeres comienzan a ejercer la prostitución inicia en ellas una “esquizofrenia defensiva”: aíslan el corazón, la mente y solamente dicen: “este es mi trabajo”, describió.
“Al liberarse no tienen la valentía de volver a casa. Está la dignidad de la familia, no tienen el coraje de decir la verdad, no pueden. No porque son cobardes sino porque aman tanto a sus familias que no quieren que los padres y hermanos se ensucien con su historia”, describió.
Apuntó que “es una esclavitud. Aquí en Italia de los clientes creo, hago un cálculo sin fundamentos, el 90 por ciento son bautizados, católicos. Pienso en el asco que deben sentir estamos mujeres cuando estos hombres les hacen hacer cosas”.
Luego destacó el papel de sacerdotes que rescatan a estas mujeres, que se acercan a ellas y en lugar de preguntarles ¿cuánto cuestas?, les dicen: ¿cuánto sufres? Entonces –explicó- les dan un papelito donde dice: “Nosotros te sacaremos, nadie te encontrará, el número de teléfono y le preguntan qué día es más seguro, en qué esquina”.
Lamentó que el trabajo de las asociaciones de rescate no sea suficiente para erradicar este “crimen contra la humanidad. Destacó que las mejores para ayudar a estas chicas son las mujeres, las monjas, aunque reconoció que también hay mujeres que las venden, incluso algunas se dicen católicas. “Tal vez son la minoría, pero lo hacen”, insistió.
“Esta es una de las luchas que les pido a ustedes, jóvenes, de dar, por la dignidad de la mujer. La mujer es digna, e hija de Dios”, apuntó.
aarl