Cuando las notas que se refieren a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) son de muertos en su campus, violaciones, narcomenudeo y hasta desapariciones, las cosas no andan bien.
Son varios años ya en los que la UNAM se hace presente en los medios de comunicación por los actos de violencia cotidianos que se reportan.
Algunos académicos y estudiantes dicen que éstos no son ni la mitad de los que realmente ocurren.
Porque se reportan los que tienen mayor impacto social, pero a diario ocurren asaltos a estudiantes, robos de autopartes y vehículos, entre otros.
El asunto no es reciente.
Ya desde la rectoría del hoy secretario de Salud, José Narro, se comenzaba a percibir un descontrol de la seguridad en la universidad.
Pero éste ha sido más que evidente en este rectorado, que encabeza Enrique Graue, y que ha llevado a cuestionar su capacidad para conducir la comunidad universitaria.
Graue ha dicho que la UNAM cuenta con los recursos humanos y materiales para hacer frente a la delincuencia que actúa dentro del campus y en sus alrededores, pero no es así.
Los vigilantes de la UNAM no están armados, ni cuentan con un instrumento de disuasión o defensa; por eso es común que se hagan de la vista gorda como ha quedado evidenciado en un video tomado por un estudiante de la Facultad de Derecho.
El protocolo de seguridad parece de primaria.
Y si a ellos sumamos la posición del dueño del sindicato universitario más importante, Agustín Rodríguez, el Fidel Velázquez de la organización, que no acepta errores y se niega a aceptar la ayuda externa, el escenario para nuestra máxima casa de estudios es negro.
Si se quiere evitar un foco rojo antes de las elecciones, no estaría por demás que las autoridades de la capital y las federales se preocuparan por la UNAM.
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Por más esfuerzos que ha hecho Andrés Manuel López Obrador por hacer creer al sector empresarial que respetará contratos y obras en marcha, nomás no le creen.
Y por algo será.
Y es que mientras el tabasqueño dice una cosa, sus cercanos dicen otra, y así se la pasan contradiciéndose alegremente.
Pero, conforme se acerca el inicio de las campañas será obligación de los candidatos que se definan en los asuntos realmente importantes.
Ahí está el llamado del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, para que los candidatos presidenciales se dejen de juegos y se comprometan con la legalidad.
A ver si le hacen caso.
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Algunos de sus malquerientes quisieron involucrar al presidente del Senado, Ernesto Cordero, con la artista Arielle Dale Karro, quien el año pasado estuvo en México para abrir una sucursal de la muy cuestionada consultora británica Cambridge Analytica.
Ayer el propio Cordero salió al paso y dijo que conoció a Dale “porque montó una exposición en el Senado. Me tomé una foto con ella, pero no sé quién es y sólo esa vez la vi’’.
Lo que habría que hacer es preguntar qué senador fue el que promovió la exposición de la británica, porque sólo con el patrocinio de un legislador algún artista puede exponer en los espacios públicos de la Cámara alta.
¿Quién será…?
JNO