Ni pócimas ni meditaciones, ni el jade de los chinos ni las cremas faciales de los franceses, ni cirugías estéticas ni tratamientos new age: la verdadera fórmula de la eterna juventud, el genuino pasadizo hacia la eternidad, el auténtico elíxir de la vida, Roger Federer lo ha encontrado en la dosificación.
Tal como en la temporada 2017, una de las más brillantes que el mejor de la historia haya disputado, Roger pone pausa a su año en marzo y no lo retomará hasta bien entrado el mes de junio, cuando el ciclo de arcilla haya concluido: un trimestre de serenidad y recuperación, de relanzamiento físico y mental, de reinvención y rejuvenecimiento.
Eso abre la puerta a Rafael Nadal a volvérsele a acercar a tres títulos de Grand Slam, algo que el suizo parece asumir como inevitable daño colateral. Bien sabe, los años se lo han demostrado, que poca oposición es capaz de imponerle en Roland Garros y sobre todo lo que implique esa superficie. Así que se concentra en lo que sí puede controlar: si la tierra batida es la querencia de Nadal, el pasto de Wimbledon es la reserva que más ha dado de comer a Federer.
Decisión por demás sensata: la única forma de resistir a los años es diluyéndolos. Nunca mejor aplicado, si el tiempo apunta a enemigo, empezar por dividirlo.
A la vez, un ejercicio de madurez y disciplina. Más difícil que continuar jugando exhausto semana a semana en una temporada ya en marcha, lo es ponerle freno y saberla retomar. Meterse en máximo ritmo competitivo cuando se ha estado por varias semanas en una rutina tan diferente a la de quienes acuden a todos los certámenes. Podemos pensar en el Cristiano Ronaldo del último par de años, convencido por Zinedine Zidane de que en su conveniencia está no disputar todos los minutos del universo. Sin embargo, esto resulta diferente y más complejo: porque ningún futbolista interrumpiría por voluntad propia y hasta en tres meses una campaña, algo que Roger llevará de nuevo a la práctica.
¿Cómo ha sido el regreso de los titanes del tenis tras una ausencia, a menudo propiciada por lesiones? En la abrumadora mayoría de los casos, malo. Veamos lo que padecen hoy Djokovic y Murray, veamos lo que ha costado a Nadal acercarse o emparejarse a lo que en punto culminante fue, veamos a tantos y concedamos: Federer apuesta a su longevidad no exento de riesgos, acaso tras estos meses todo sea diferente, la inercia de su raqueta haya cambiado.
En el fondo, este Wimbledon es la meta: cetro que le garantizaría cerrar el año por lo menos a tres Grand Slams de Nadal, dejando impecable la distancia y avanzando los años.
¿Y después? Más dosificación. Si los demás compiten por once meses, él empujará la cifra hasta el mínimo necesario. Justo ahí radica su elíxir: Roger Federer divide al tiempo para vencerlo.
Twitter/albertolati
JNO