Foto: EFE La creadora prácticamente sustituye todo el metal -cuyos procesos son contaminantes para el medio ambiente- por el hilo y las fibras naturales que engarza con pericia en piedras, perlas orgánicas, y algunos materiales rotos que revive con sus manos  

La diseñadora mexicana Irasema Ramírez imagina, dibuja y finalmente confecciona joyas en las que los materiales utilizados y la elaboración son amigables con el medioambiente, promoviendo así un consumo sustentable que dialoga con la elegancia y la sofisticación propias de la joyería.

En su colección “Joyería Green“, la creadora prácticamente sustituye todo el metal -cuyos procesos son contaminantes para el medio ambiente- por el hilo y las fibras naturales que engarza con pericia en piedras, perlas orgánicas, y algunos materiales rotos que revive con sus manos.

Ramírez explicó a Efe que al observar la revolución sustentable que está viviendo el mundo pensó que “necesariamente, como en todas las tendencias en la moda y en los accesorios, tenía que venir una corriente” ambiental aplicada a la joyería.

Resulta inevitable, ya que “la joyería es muy bonita con metal” pero éste es “altamente contaminante”, aseguró la joven, que con sus manos logra hacer anillos, pulseras y collares, entre otras piezas.

“Decidí hacer esta mezcla con hilos, con fibras naturales, con piedras, con perlas y con materiales de recuperación. De vez en cuando, me gusta, por ejemplo, usar monedas y con eso hacer piezas de joyería”, expuso.

En sus creaciones, procura que “luzca el personaje principal, que es la piedra, en lugar del metal”.

Entre sus labores está el tener siempre los ojos bien abiertos y descubrir en qué objeto aparentemente inservible, como las piezas de un reloj averiado, subyace el potencial para crear una joya al someterlo a un “proceso de transformación”.

Ser considerada con el planeta, lejos de poner obstáculos, permite a la experta desarrollar su creatividad, ya que es una manera de creación “muy libre”.

“Hay un universo muy abierto para esto, no hay un límite. El límite es el dinero porque a veces la creatividad te desborda y no se pueden hacer tantas cosas”, aseguró.

Para la diseñadora, tanto el contacto con la naturaleza como la utilización de accesorios es “algo que lleva acompañando al hombre desde que es hombre”, pues desde tiempos inmemoriales el ser humano guarnece su cuerpo con cuernos, piedras y huesos pendientes de un hilo o una cuerda.

Más tarde llegó la utilización de metales para acompañar a las piezas y con ello, inevitablemente, la contaminación derivada de los ácidos a los que se somete al metal en el proceso de creación.

Ahora, esa sencillez de los antepasados vuelve con fuerza, ya que, según la mexicana, el ser humano está buscando de nuevo “ser con el planeta”.

“Todo lo natural es bonito, usamos conchas también, caracoles. Son las joyas del mar. Se perforan y se hace un engarce con hilos, ya es algo bello que nos da la misma naturaleza”, apuntó.

En cuanto al tiempo, las piezas suelen tardar uno o dos días en realizarse cuando se trata de anillos, hechos tanto por ella como por su equipo de trabajo.

La historia de Ramírez con la joyería se remonta a años atrás, cuando iba al conocido mercado de La Lagunilla, en la capital mexicana, y buscaba objetos que, con su intuición, se veía capaz de “transformar” en piezas únicas evitando que se convirtieran en basura y sin pensar todavía en su comercialización.

Siempre sintió una atracción por el diseño y la creación, una inquietud en parte heredada de su madre, que tenía un taller donde ella pudo aprender el oficio que, años después y tras estudiar contabilidad, haría suyo aplicándole este enfoque sustentable.

Que una visión medioambiental llegue a la joyería resulta una prueba más de que un estilo de vida responsable con el planeta se adhiere poco a poco a todos los ámbitos.

En el caso de las joyas, la especialista destaca la importancia de rescatar aquellos objetos olvidados, permitiendo que “aquello que es aparentemente un desecho, vuelva a cobrar vida”.

JNO