Cualquiera que haya sido adolescente durante los años 80 tiene muy claro lo que implica la desgracia del populismo en México.

Sin duda, los que tengan más claridad de lo que le sucedió a este país durante los años 70 no quiere saber nada de esas políticas que devastaron la economía nacional en el nombre de las políticas dictadas por un solo hombre.

Pero la realidad es que hoy la mayoría de los votantes en este país no conocieron en carne propia lo que fue la crisis inflacionaria y de carencias que tuvo el país durante aquellos años de Luis Echeverría y José López Portillo.

Una tercera parte de los que van a votar nacieron después de los años 80. Fueron a la primaria al menos durante la parte final de la década de los 90 y para ellos la realidad económica que recuerdan es la que se ha vivido este siglo.

Los millennials saben de globalización, no conocen otro tipo de cambio que el que tiene un precio libre que sube y baja todos los días. No supieron de aquel gobierno intervencionista que fabricaba lo mismo escobas que automóviles.

Algunos han leído sobre la nacionalización de la banca y la administración de la abundancia. Pero ya no somos tantos los que sufrimos el lacerante populismo de Echeverría y López Portillo.

Por eso cuando a los más jóvenes les hablamos de los peligros del autoritarismo y el populismo como ya lo vivimos en México, no nos entienden.

Saben, eso sí, la mayoría de los jóvenes de todas las oportunidades que se han cancelado por generaciones para tener una buena educación, un buen empleo y una mejor calidad de vida.

Son millones los que tienen conciencia de que no les alcanza el dinero a sus papás, ni a ellos mismos con sus primeros empleos. Pero son también una mayoría los que creen que ése es un problema nuevo que se resuelve con el poder divino de quien se vende con esos poderes mesiánicos.

Si no estamos hoy bien, muchos creen, en especial los jóvenes, que no podemos estar peor. Y se equivocan. Hoy al menos dos de los cuatro candidatos presidenciales se han llenado la boca con propuestas de un enorme potencial destructor de la estabilidad económica.

Hay uno claramente dispuesto a implementar modelos probadamente fracasados en este país, pero hay otro que vive en la ambigüedad de ser un candidato respaldado por la izquierda y la derecha.

El acceso a la tecnología ha plantado más barreras generacionales que económicas. El acceso a las redes sociales puede ser más común entre jóvenes de diferentes estratos sociales en cualquier parte del país, que entre un padre e hijo en una misma casa.

Esto ha hecho que la rebeldía hippie de los baby boomers en los 60 sea hoy la rebeldía de dar “like” a quien se venda como un opositor al sistema establecido por los que mandaban en el mundo análogo.

JNO