El cuento de hadas, pero con balón: la cenicienta a la que los jugadores semi-profesionales se le convierten en cracks, y los rebanones en florituras al ángulo, y su cancha rasposa en sucursal de Wembley, y los tubos oxidados en lustrosas Champions, y el agua turbia en champaña, y la escasez en grandeza.
Milagro que, puesto a ocurrir, suele ser en el torneo de copa. La razón, que cada ronda de esa específica competición consiste en un partido a eliminación directa, a vencer o morir. Comprendamos que a mayor cantidad de minutos, más difícil se le ponen las cosas a los humildes y, por ende, a las sorpresas.
Eso explica sólo en parte la locura que está viviendo el club de Segunda División B francesa (equivalente a tercera), llamado Vendée-Les Herbiers: clasificado a la final de copa, en la que enfrentará al omnipotente y petromillonario París Saint Germain.
Para enfatizar la abismal diferencia entre los contendientes, basta con referir que el tridente ofensivo del PSG ha costado unos 450 millones de euros…, que es más del valor de toda la plantilla de Les Herbiers, añadiéndole dos ceros: 4.13 millones por 23 jugadores, contra 450 millones por sólo tres. Eso, sin olvidar que el presupuesto anual de tan desconocido equipo es de 1.8 millones de euros, insuficientes para pagar el salario por temporada de alguno de los menos relevantes elementos del cuadro parisino.
Sin embargo, lo relevante es insistir en que cuando la copa se juega respetando la esencia de la misma (para ser claros: ni fases de grupos como en México, ni visita recíproca como en España), otorga al futbol su papel más democratizador: brincando a la cancha dejan de jugar los patrimonios, el glamur, las vitrinas e, incluso, estaturas, experiencias y talentos.
Algo más de una década atrás, Les Heriers navegaba entre quinta y séptima categoría. De pronto logró acumular ascensos hasta meterse a tercera, donde hoy mantiene cierta amenaza de caer a cuarta.
A diferencia de otros casos, en su camino a la final no ha ido eliminando a clubes de primera, sino que el sorteo le ha exentado de rivales más distantes en recursos.
Metido en la final, vivirá el sueño de todo semi-profesional: demostrar lo que todos sabemos; que en cuanto rueda la pelota casi todo puede suceder, que la distancia entre quien cuesta 180 millones y quien jamás costará uno, es grande, aunque no de 180 veces.
El cuento de hadas, pero con balón, propiciado por la copa cuando sí se juega como copa.
Twitter/albertolati