Lo bueno:
1. Definitivamente el nuevo formato diseñado por el Instituto Nacional Electoral (INE) que permitió una mayor interacción entre los candidatos y dejó en el olvido la rigidez de los encuentros que habíamos observado en las últimas cuatro contiendas electorales en que se renovó la Presidencia de la República; sin embargo, aunque es notorio el avance, aún está lejos de alcanzar una verdadera confrontación de ideas y propuestas.
2. La intervención de los moderadores, que pudieron cuestionar directamente a cada uno de los contendientes y que en varias ocasiones les obligó a romper el guión que algunos traían aprendido de memoria.
3. El interés que despertó entre una buena parte de la población, sobre todo en los usuarios de las redes sociales.
Lo malo:
1. Todos los aspirantes, sin excepción, evadieron los temas polémicos, y aunque en el momento en que se les plantearon se les vio tragando saliva, no se atrevieron a dar respuestas concretas y contundentes; sólo se limitaron a repetir lo que han dicho hasta la saciedad a través de sus spots.
2. El estricto límite de tiempo, pues habría sido muy interesante escuchar la respuesta de José Antonio Meade a la pregunta de Ricardo Anaya sobre si el presidente Enrique Peña Nieto ha gobernado de manera honesta. El tiempo se agotó, y esta interrogante se quedó en el aire.
3. Aunque los cinco candidatos hicieron un diagnóstico sobre la problemática que enfrenta el país en materia de seguridad y violencia, combate a la corrupción y la impunidad, así como democracia y pluralismo, ninguno de ellos dijo cómo les daría solución. Ofrecieron las promesas de siempre, pero sin decir el procedimiento para cumplirlas.
4. José Antonio Meade dejó pasar la oportunidad de demostrar que es el único que le puede dar la pelea al puntero en las encuestas.
5. Andrés Manuel López Obrador no pudo disipar los miedos que su candidatura provoca en algunos sectores de la sociedad.
6. Margarita Zavala no se atrevió a cortarse el cordón umbilical que la ata al ex presidente Felipe Calderón, y en muchos momentos se erigió en defensora de su sexenio.
Lo aberrante:
1. La presencia de Jaime Rodríguez (el Bronco), a sabiendas de que violó la ley electoral al presentar firmas y credenciales de elector falsas para lograr el registro como candidato independiente.
2. Las propuestas (ocurrencias) del Bronco -de militarizar la educación media superior y de “mocharle” la mano a quien robe- sembraron la duda de qué tan en serio se toma su papel como candidato presidencial.
Y aunque Ricardo Anaya ganó el debate al mostrarse más articulado, seguro y convincente, habrá que esperar a conocer las encuestas que, seguramente, saldrán a la luz en los próximos días, para saber si ese triunfo le redituó algunos puntos que lo metan de lleno a la contienda electoral y ésta se pueda convertir en una carrera parejera.
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@JuanMDeAnda