El problema no es de diagnósticos.

Es de voluntad y, sobre todo, instrumentación.

El presidente Enrique Peña y el candidato José Antonio Meade los han escuchado de diferentes fuentes y con diferentes enfoques.

Desde viejos priistas y estrategas, hasta gobernadores y militantes desesperados por el estancamiento del PRI en las encuestas.

Los mismos quienes en 2016 advirtieron el riesgo de dispersión y debilitamiento del priismo con la llegada de Enrique Ochoa por su falta de identidad partidista.

A la postulación de José Antonio Meade, asimilada por cuadros históricos y contendientes –Miguel Ángel Osorio
Chong, Roberto Madrazo, Manlio Fabio Beltrones-, todos esperaban cambios.

Pero no los hubo y, agazapada, esa militancia decidió esperar.

A su desilusión siguió la precampaña, el fin de año, el inicio de la campaña… y nada.

Los consejos ascendieron a presiones ante el presidente Peña, quien ve desbarrancarse su proyecto de cambios estructurales y su legado político.

CARGA ANÍMICA DEL CANDIDATO
De pasivo, el equipo de José Antonio Meade ha pasado a carga.

Su permanencia es obstáculo para aligerar la campaña de un hombre sin duda honesto y con muchas capacidades, pero carente de compañeros de viaje confiables.

¿Qué debiera hacerse?
La pregunta la hice a ex dirigentes nacionales del PRI, a gobernadores, a ex coordinadores parlamentarios, a encuestadores y a estrategas electorales.

En términos generales dan algunas líneas de acción:
En primer lugar, cambiar la cúpula partidista y todo el equipo de Meade para dar vida, sentido, alegría a una campaña sin presencia nacional, con actos cerrados, sin propuesta ni iniciativas.

En segundo, restablecer la relación con los cuadros estatales, regionales, municipales, descuidados desde hace años y ahora ignorados por quienes operan como estructura burocrática.

-Es como un consejo de administración, no electoral -subraya Carlos Salomón.

Parte sustantiva de esta parte es poner a trabajar a todos los candidatos para ser competitivos, pues la inmensa mayoría marcha en tercer lugar en las encuestas.

En tercero, acercar al candidato Meade a la sociedad y presentarlo como es, como un hombre de proyecto y sensible, no como un reactivo a señalamientos de sus adversarios.

NI NARRO NI GAMBOA VAN AL PRI
1. Repaso estas propuestas cuando se especula sobre inminentes ajustes en el PRI y en la cabeza de la campaña, donde despachan Enrique Ochoa y Aurelio Nuño.

Pero el tema es añejo y cíclico, y aunque desde el entorno de José Antonio Meade se señala esa necesidad, las renovaciones se postergan, se reservan.

Mientras, la campaña se consume y los feroces adversarios del priismo y del gobierno de Enrique Peña –Andrés Manuel López y Ricardo Anaya– se despegan del candidato peñista.

2. Queda claro: si hay cambios en el PRI, no irían ni José Narro y Emilio Gamboa, los dos priistas más mencionados.
El secretario de Salud ha declinado toda invitación política, una de ellas para ser candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Y el coordinador de los senadores tricolores repitió lo dicho en 2016 a Peña: su deseo es terminar la Legislatura y el calendario es claro, agosto de 2018.

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